Hoy vuelvo a la cárcel de tus miedos, ese lugar donde pensabas que no los tenías y sin embargo era dónde más sé acentuaban.
Realmente no regreso como tal, ¡Dios me libre!, pero sí paso por debajo de la sombra que te cobija y miro con temor hacia arriba porque te imagino pendiente del reloj, de los ruidos y atento a que, días atrás, ya pasé y muy posiblemente, con tus aires desafiantes y acaparadores pensaste qué haría yo por los pasillos de tu dominio…
Hoy me acuerdo de ti, con todas tus fobias, miedos e inseguridades de manual, y por supuesto, con tus escasas virtudes debido a lo carente de tu vida. Recuerdo que el simple hecho involuntario de respirar podía ocasionarte un conflicto o incluso el respirar de tu próximo más próximo. Como si el oxígeno de tu jaula fuer también tuyo en exclusividad.
Años después, todo sigue igual a tu alrededor, y los pasillos siguen exactamente en las mismas condiciones. No puedo escribirte con rencor porque no eras nada mío en lo afectivo pero por ti y deseo que, aunque el atrezzo de tu escena sea la misma, tu guion haya cambiado y por fin seas el protagonista de tu drama que de corto se había convertido en largometraje y poco a poco en serie de culto.
Ojalá tus miedos desaparezcan de tu diccionario mental y dejes de desplazar el visillo para contemplar la vida pasar desde tu atalaya con la crítica barata por espada afilada y aprendas a equivocarte en tu caminar.
Así lo deseo…
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