Las horas caen y apagan un día mas que siempre será un día menos, aunque lo importante siempre sea poder sumarlo a la cuenta y perderla.
Acá me tenéis una vez más, reflexivo, sonriendo mientras siento las primeras brisas veraniegas menear los largos sermones que mi barba presume -sin circunloquios- y muy dignos de atusar.
Muchos diréis sobre mis reflexiones y mi forma de entender la vida; escaso interés pues es mía y hace muchas horas que decidí vivirla sin conexión wifi, sin redes, ni de datos ni de pescar falsas amistades.
Os daría una disertación acerca de los beneficios saludables de la soledad pero estoy convencido que terminaría hablando solo, rompiendo dicha soledad con cualquiera de esos otros yo que podrían aparecer, bien por dejarme llevar, bien por la escasa calidad del vino que rebosaba el cartón.
Reflexiono y solo me veo agarrado, aferrado con fiereza a la vida, a la mía. Perdonen si no controlo la de los demás. Para eso son las suyas.
Interrumpen este momento tres jovencitos de conversación nimia aunque por sus voces bien estarían arreglando el mundo, entero.
Regresa el silencio tapándole la boca al mundanal haciéndose eco de sí mismo. Benditos silencios que silencios trae.
Maldito cartón que se agota. Bendita última sonrisa tonta y tinto del día.
Extiendo mis cartones, abrazo mi felicidad mientras os deseo una feliz noche. Recuerden sonreír al despertar.
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