Puede llegar a ser cansino y muy decepcionante, cuando lo das todo y no recibes nada. Cuando pones todo tu empeño en que las cosas salgan bien, en que tu entorno esté a gusto y sea feliz, y luego nada sale como planteas o sale pero nadie le da valor.
Entonces, te paras a pensar en qué has hecho mal, qué puedes cambiar para que la situación mejore, que es tu único objetivo real.
Y te levantas al día siguiente dispuesto a todo, con el ánimo intacto y esperando que todo salga bien, que todos lo disfruten y tengan en cuenta tu esfuerzo y dedicación.
Pero ese nuevo día sigue igual, las mejoras traídas pasan inadvertidas, pese a que les ha cambiado la vida. Mientras resaltan los defectos, se critican a las espaldas y se jactan de ello, pero ¿qué clase de personas sois?
La falta de consciencia, la lejanía con la realidad y el no saber estar. Personas que siguen creyendo que viven en un patio de colegio, donde todo vale con unas lagrimillas falsas y malas respuestas.
Luego, si vienen los castigos se unen y se rebelan, siempre por detrás. Que ir de frente es de adultos y con valores. Esos de los que se presume mucho pero que pocos tienen.
Al final, llega el día en que te levantas, vas, actúas y te vuelves. Y si tienen problemas te dejan de afectar, porque ellos pasan y tú, no estás para perder más el tiempo con su dejadez.
Que cada palo aguante su vela… y que sople el viento fuerte.
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