Si el oscilar de las alas de una mariposa se puede sentir en la otra punta del mundo, imagina justo a tu lado.
Respirando en tu cara, con las ventanas cerradas, con las flores secas.
El zumbido de una mosca que te golpea incesantemente, aburridamente hasta desesperarte. Mientras tú solo quieres estar ausente y olvidar el presente.
En el frío del duro transitar de las macabras palabras, estás tú. Y corres por la gélida frialdad de sus ardientes miradas buscando cobijo que arrope a tus sentidos.
Y te quedas fuera, en la puerta esperando respuestas, sin hacer preguntas.
Como una araña tejiendo en una esquina de una casa abandonada, moviendo los dedos, sin telaraña, sin objetivo.
Siendo el antagonista de tu propia vida, y viéndola pasar ante tus ojos sin pestañear del asombro. Segundo a segundo sin poder controlar el siguiente, ni el que vendrá después. Todo ese espacio de tiempo bajo un yugo de mentiras y falsas verdades.
Y nunca pudiste salir de aquello, porque nunca quisiste hacerlo. Porque no merecía la pena invertir más en algo que ya estaba gastado. Consciente de que solo quedaban las manchas imborrables del paso del tiempo.
Ahora sí, porque ahora es el momento. En su día no lo era, y por eso no fue. Nada más.
Deja una respuesta