Me encantan los talleres de Sonia. Conozco a autoras de las que no tenía noticias.
Una vida da para mucho, pero la madurez se centra más en el cuidado de una casa, de unos hijos, del trabajo, porque a mí el trabajo me trae loca.
De joven me la pasé preparando y escribiendo curricula vitae en Barcelona. De mayor, preparándome cada día para el laboro. Levantarme a las cinco de la mañana, desayunar corriendo y dedicar más de una hora a la vestimenta y el maquillaje. Al jefe en el despacho le gustan jóvenes, pero la edad va cubriendo esa pátina de piel tersa y clara con arrugas, y una coloración cada vez más oscura y con manchas por efecto del sol. No hay ni una crema que esconda la edad, solo las capas superpuestas de una sobre otra, “porque yo lo valgo”.
Seguramente ya lo habréis adivinado soy abogada en un despacho importante de Madrid. ¡Qué lujo vivir en la capital del reino!
Ahora que lo que a mí me gusta es leer y escribir, pero los recursos y demás legajos jurídicos no son suficientes. Al principio tenían su aquel. Descifrar el lenguaje legal necesita de un grado de inteligencia, mucha o poca no lo sé, cada cuál ha de saber lo que necesite.
Con los años he aprendido, que lo que a mí más me gusta son los cuentos, los chismes, ir de aquí para allá leyendo, y hablando hasta con las farolas.
En estos talleres disfruto muchísimo. Hoy voy a conocer a Ariana Harwicz. Impone. Sí, la verdad es que impone.
Llevo un tiempo sin hacer un taller por cuestiones familiares y he perdido un poco de práctica. Ahora la comunicación por WhatsApp es mucho más rápida. Responda sí o no a lo que se le pregunta:
—¿Has leído la obra propuesta de Arianne? (Mi estructura profunda delata mi formación francesa)
—¿Quieres participar leyendo algo tuyo?
Sé que tengo una mente analítica, pero, a veces, me da vueltas, como a la niña del exorcista la cabeza.
Mis respuestas han de ser breves y mi cabeza sigue dando vueltas:
—A medias. (Estructura profunda: ya me gustaría haberla leído a enteras, pero el trabajo, la familia, mis sueños…, “porque yo lo valgo”…)
—Sí. (Estructura profunda: por supuesto, ¡cómo no voy a querer que me escuche Arianne! ¡Mil gracias, Sonia, por esta oportunidad!).
Cuando vuelvo a mirar el WhatsApp, la última entrada dice algo así como:
—e” = b lnb = 2
Pero eso, ¿no es el logaritmo neperiano de dos? ¡Vaya, me he debido de confundir con el teléfono y coger el de Nacho! Han venido de visita este fin de semana. Él es ingeniero y ella una mujer encantadora. “Juntos somos mucho más que dos”.
Ah, pues no, es mi teléfono, pero las últimas entradas de la conversación de WhatsApp están ya muy abreviadas, parecen mensajes cifrados con la máquina Enigma.
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