¿Recordáis esa película donde las ángeles y los ángeles veían anochecer desde la parte alta de los edificios para absorber la energía que el sol desprendía en ese momento?
¿La recordáis?
Pués es verdad.
Al ocaso, subimos al edificio, montaña o atalaya con más altura que encontramos y nos hacemos uno con el universo.
En mi caso, una.
Aprovecho para deciros que, en el cielo, también tenemos reivindicaciones feministas.
Nuestro lema:
«Si le pones una A, nos ayudas a igualar»
Así que sí, soy unA ángel.
Y a mucha honra.
Ahora me encamino al que, puede ser, mi último amanecer como ángel.
Mientras aleteo feliz, para llegar a mi lugar favorito, voy tatareando una cancioncilla que me viene al dedillo.
«…Lo tengo preparadoooo.
Ya tengo las maletasss…..»
Ya sé cómo me voy a llamar en la tierra: Marta, como la del marcapasos.
Y el apellido….Men.
Marta Men.
Fijaros cómo vuelo moviendo las caderas….
«Marta ya no tiene alas,
ahora es una chica más.
Tiene todo controlado,
no te preocupes.
Ya encontró hasta un trabajo.
Y un pisito de alquiler.
Marta tiene muchos planes.
Y los podrás ver.
Y los podrás verrrrr.
Siente un golpe en el culo.
«Eso pasa por tirarte.
Veo negro tu futuro
Y encima no comes carne.
¡Mírate que pinta tienes, que consigues asustarme!!!
¡Que consigues asustarme!!!»
¿Vosotros creeis que tendré mala pinta tras el descendimiento?
A ver….tú.
Si tú!!!
¿Me estás leyendo, no?
¡Levanta la mano si crees que la torta va a ser de órdago!
¡Con tanto entusiasmo no, por favor!
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