• Microrrelatos del orgullo y la libertad
Aida era una dama de la posguerra, y la obligaron a establecer una relación matrimonial con un anciano, tras haber rechazado varios pretendientes… «Nunca fue feliz».
La falsa moralidad de aquellos que se golpean en el pecho y se llaman seres buenos. Cuando se trata de monstruos que pretenden dañar a personas que aman a otras de su mismo sexo. Algunos de ellos moralistas que se las dan de buenos cristianos; golpes en el pecho cada domingo…, por mi culpa, por mi gran culpa. Aquellos que se dan la paz con un beso o extendiendo la mano, junto a otros tantos bien trajeados, con el pelo perfectamente peinado que presumen de atesorar testosterona tras pasar toda una noche a cuatro patas embutidos por un dildo de goma, son los mismos que se incomodan con la bandera.
¡Tenéis miedo al amor entre dos personas, con independencia de su pronombre, porque dependéis de vuestros propios vicios ocultos!
Sucios vosotros, no la bandera: Arriba el orgullo. Arriba la gente buena que hoy no tiene que esconderse de amar a otra, “condicionando el amor a lo que tiene entre sus piernas”.
¡Os estáis dejando engañar!, ¿qué es lo que está ocurriendo? ¿Qué os han enseñado en vuestras casas? El amor es puro, y lo es de hipocresía, de maldad, y de incultura.
Deja una respuesta