Capítulo 29
—Bueno, Ázdeli, te dejo a buen recaudo —afirmó Thomas, retirando la cortina de la tienda de Fixex—. Lo lamento mucho, maestre, no tenía idea de que se encontraba acompañado. Le traigo al joven estudiante —dijo antes de saludar a la señora, que parecía muy afligida—. A usted la conozco. Recuerdo que, trabajaba como lavandera, es la madre de Didig… ¡Siento su pérdida! Los jóvenes no deberían tomar esas ampollas del mercado negro, lo hacen buscando experiencias nuevas y desgraciadamente mueren o quedan en un estado de trance de por vida, ¿no sé qué es peor? Como le he dicho, lo lamento.
—Esto es una infamia…
—Lo lamento, señora, pero según los informes que he recibido del consejero Zerdeg, su hija bebió una de esas ampollas y las consecuencias han sido terriblemente desproporcionadas. ¡Thomas, por favor! Acompaña a la señora a la salida —dijo el maestre, sabiendo que su verdad estaba a medias, pero la situación en la que se encontraba no le permitía por el momento contarle más sobre ello—. Le prometo que encontraremos al responsable. Ahora le ruego que me disculpe, ¡tengo una mañana muy ocupada!
—Venga conmigo, señora, la llevaré con los suyos. Entre ellos encontrará consuelo.
—Pasa, Ázdeli, y dime qué se te ofrece —dijo, sentando su cansado cuerpo en la mecedora.
—He traído esto —dijo, sacando la taza de su capa—. El zahorí Vári me ha hablado mucho de las virtudes de su olfato, ¿me podría decir qué ingredientes percibe en su interior?
—Voy a ver… Por el cielo, una combinación poco frecuente. No será una tarea fácil, pero puedo lograrlo en un par de días —aseguró el maestre.
—¡Un par de días, eso es demasiado tiempo! No sé de qué se trata, pero según he averiguado…
—Esperanza y luz —interrumpió Vári entrando en la tienda con mejor humor del que cabía esperar.
—¡Ni lo uno ni lo otro! —le contestó el maestre, cansado de aparentar—. Dígame, distingue en el interior de esta taza algún olor en especial.
—Oh, vamos, acabo de llegar. Deme como un segundo para reponerme del viaje, tengo mucho que contarle, y en pocas horas…
—¡Sí, lo sé! En pocas horas habrá un quinto nombramiento. Pero ahora necesito que me diga que estoy equivocado, ¡y que ese olor que me preocupa no es tierra volcánica de las Trece Cimas!
—¿Las Trece Cimas? —preguntó Vári, dejando a un lado todo lo demás—. ¡Deme eso! Está usted en lo cierto, amigo mío. No sé de qué se trata, ni quién está siendo víctima de esta poción. Pero este ingrediente no se puede contrarrestar.
—¡Bien, ahí tiene la respuesta, Ázdeli! No hay antídoto posible. Así que no le puedo ayudar —aseguró el maestre.
—En ese caso, tenemos un problema. Ser Blazéri Onnei lo utiliza para mantener a la reina bajo su magia.
—¿Qué? Así que eso es lo que le pasa —gritó el maestre saturado por tantos escollos.
—Por supuesto, esa es la causa de su peculiar conducta —manifestó Vári.
—¿Está convencido de que no podría anularse? Sin embargo, no tengo claro que no se pueda hacer nada —afirmó Ázdeli saliendo de la tienda y corriendo colina arriba para dirigirse de nuevo a la Fortaleza. Poco después se encontraba en las cocinas, solicitando ver a la señora Horig.
—Sí, claro que puedes ver a Carmesí, pero no entiendo por qué quieres que esté presente la Suprema —dijo la señora Horig secando las manos en su delantal—. Merhug, busca a Cuorhy, necesito que localice a la consejera y le pida que baje. Pero recuerda, nadie debe verte, se trata de un asunto privado.
—¿Me buscaba? —preguntó Lady Alldora que justo entraba en la cocina.
—¡Ah, sí! El chico ha vuelto y al parecer tiene algo que decir.
—Si así es, es que… He visto… Un merodeador. Sí, uno con un aspecto siniestro que entraba en la leñera. Vengan, vengan conmigo —dijo Lidot tirando de las manos de ambas y una vez allí…
—¡Aquí no hay nadie! Esto no tiene nada que ver con ningún merodeador, ¿verdad? —aseveró la Suprema.
—¡No, lo siento! No se me da muy bien mentir. Solo quería estar a solas con las dos… Acabo de estar con el maestre y el sabio mayor. Ambos coinciden en que la reina está ingiriendo algo para lo que no hay antídoto y, sin duda, eso son malas noticias. Pero he estado pensando mucho en lo que expresó la pequeña Carmesí:
«Dos gotas en el té de la tarde, dos en el de la noche y cinco cada mañana, asegura que esa cantidad mantendrá a la reina bajo su influencia…».
—¡Hay que evitar que tome esas gotas! —advirtió la señora Horig.
—Exacto, no podemos anular el tónico, como ya les he contado.
—¡Pero, sí, evitar que lo beba! —afirmó la Suprema—. Bien, no será difícil, ¡déjalo en nuestras manos!
Seis horas más tarde, y tras saber de los planes del joven aprendiz para salvar a la reina, Vári desplegaba el documento para dar lectura al nombramiento.
—Foresta de Carmelian… Lantax Dose —dijo, abandonando el estrado para dejar paso a la celebración.
—Realmente se trata de un buen chico, está muy considerado entre nosotros —señaló el señor Fixex—. Y me consta que es el mejor en estrategia e inteligencia, con nota.
—Eso espero, porque nos va a hacer falta. ¿Majestad? ¿Majestad? —gritaba Vári corriendo hacia ella, aprovechando que se encontraba en la mesa de Turmalina y que su prometido aún permanecía en la de Ónix.
—Por fin, zahorí mayor, Lady Alldora me ha dicho todo lo que necesito saber, no puedo permitirlo…
—¿Qué es lo que no puedes permitir, querida? —señaló Blazéri tomándola del brazo.
—¡Ah, estás aquí! Le decía al zahorí mayor que no puedo permitir que nos case alguien inferior a él. Pero al parecer parte hacia los reinos del Saber tan pronto como termine el festival. Está claro que debemos esperar.
—¡Estoy tremendamente consternado! —aseveró el sabio—. Pero me debo a mis compromisos, majestad.
—Eso no será un problema, la boda se celebrará mañana. Ya me he encargado de todo. De hecho, en estos momentos mis lacayos se están ocupando de preparar el salón para el banquete y seguro que el señor Fixex estará encantado de ocupar su lugar como maestro de ceremonia —dijo, adelantándose una vez más—. Perdona que no te lo haya dicho, querida… Pero era una sorpresa, ahora relájate. Como ves, todo está dispuesto.
—¡Majestad! —gritó Fixex al ver que perdía el conocimiento.
—Señores —dijo Blazéri, sujetando a la reina con fuerza por el brazo—. Lo lamento, sin embargo, debemos retirarnos. Al parecer, la humedad de la noche ha afectado a mi prometida —aseveró, tirando de ella para regresar a la Fortaleza.
Y justo allí, en el ala este, los grandes señores se reunían en secreto:
—No podemos… No podemos permitírselo… ¡Por Hósiuz! ¡Por Hósiuz!
Poco después la reina entraba en sus aposentos.
—Ciertamente, te ves muy desmejorada, ¡nadie diría que mañana es el día de tu boda! —recordó Blazéri, sirviéndole una copa de vino y vertiendo en ella el tónico—. Pero me atrevo a decir que te sentirás mucho mejor después de tomar esta copa.
—Perdóname, Blazéri, pero acabo de darme cuenta de que no me he reunido con mis consejeros desde que llegué a la Fortaleza, ¡tomaré esa copa más tarde! Ahora te rogaría que me dejaras a solas.
—Lo dices en serio, ¿de verdad crees que no sé lo que está ocurriendo? —preguntó, acercándose a ella y acariciando su cuello, presionaba a la Olivina fuertemente con el pulgar, mientras ella caía al suelo sin sentido, casi al instante—. ¡Me equivoqué, confiando en ti! Es indignante que me creas tan necio como para permitir que te reúnas con tus consejeros —aseguró, vertiendo la totalidad de la copa de vino en su boca—. Nadie se acercará a ti, y menos mi querido hermano Neri —dijo, levantándola en sus brazos y recostándola sobre la cama—. Felicidades, querida Tahíriz, mañana tendrás el honor de ser mi esposa.
El día seis de Aries, en la Fortaleza, todos los sirvientes corrían de un lado a otro, preparándolo todo. En la cocina, la señora Horig recibía las quejas de la primera doncella…
—No me gusta lo que está ocurriendo, no me permiten entrar para atenderla, y todo lo que entra y sale de su estancia se hace por manos de los sirvientes de la casa Onnei.
—Esto se nos está escapando de las manos, señor Turig —aseguraba Horig con las manos apoyadas sobre la mesa y el cuerpo inclinado hacia delante.
—No te preocupes, la consejera tiene un plan, ¡seguro que lo tiene! —afirmaba Turig—. Esta mañana ha salido para el Bosque Terio, en cuanto le negaron el paso a la estancia de la reina.
—Y tú, ¿cómo puedes saber algo así? —preguntó la señora Horig mostrando su desconfianza—. ¡Porque no creo que mi señora y tú seáis confidentes!
—¡No, no lo somos! Pero se lo escuché repetir a Merhug cuando Cuorhy se lo contaba, porque este se lo había oído a Zatex…
—¡Ah, de nuevo con sus intrigas! ¿Va todo bien? —dijo Lady Alldora entrando al patio acompañada por sus Swords—. Señora Horig, tenemos algún problema. Veo que están todos de brazos cruzados, ¿se debe a algo en especial?
—Lo cierto es que sí, mi señora. Ser Blazéri Onnei ha prescindido de nuestro servicio. Ni siquiera le permite la entrada a Eleris —aseguró, señalándola.
—¡Ya, ya lo sé!… Me ocuparé de que se le permita el paso en este instante. Levántense, Eleris, y venga conmigo —dijo, subiendo las escaleras a toda prisa, seguida por la primera doncella, lady Ohupa y lady Ayla—. No quiero que diga ni haga nada, vea lo que viere. ¿Me ha oído? La reina debe bajar al salón principal perfectamente ataviado para el enlace. ¿Me ha entendido?
—¡Sí, lady Halldora! —contestaba Eleris justo antes de que esta llamara a la puerta.
—¿Suprema? —preguntó una doncella de la casa Onnei, al abrirle la puerta—. ¿Qué desea?
—¡Deseo pasar! —concretó, empujando la puerta—. Eleris, atienda a su majestad —ordenaba Halldora, en tanto caminaba hacia la estancia contigua y abría la puerta sin llamar—. Perdóneme, Ser Blazéri Onnei —se excusó al verlo de pie hablando con Dameiza.
—¡¿Qué hace usted aquí? ¿Quién la ha autorizado a entrar?
—Ser Lorbéi Onnei… —afirmó, entregándole un documento sellado con su emblema—. Su galeón se encuentra anclado en el puerto, arribó esta madrugada —aseveró la Suprema.
—¡Mi padre está en Hósiuz! ¿Por qué no he sido informado de inmediato? —gritó, mirando al jefe de sus centinelas, que se encontraba unos pasos por detrás de él.
—Lo lamento, señor, creí que ya lo sabía, ¡supuse que era un invitado de honor!
—¡Por supuesto que es un invitado de honor! —dijo rompiendo el sello y leyendo la misiva—. Tiene suerte de que mi padre considere descortés que la reina no sea atendida y protegida por su casa. Ahora… debo retirarme, al parecer mi padre ya se encuentra cómodamente establecido —aseveró haciendo un gesto al jefe de su guardia para que saliera—. ¡La he infravalorado, mi señora! Pero no volverá a ocurrir —aseguró saliendo de la estancia.
—¡No ha ido mal! —afirmó lady Ayla, mirando a lady Ohupa.
—¡No se confíe, lady Ayla! —le advirtió la consejera—. Adelante, ¿a qué esperan? Salgan y custodien el portón, nadie debe cruzar esa puerta…
—¡Cómo ha ocurrido, estoy rodeado de inútiles! —bramaba Blazéri caminando a toda prisa por el ala este—. En cuanto la reina me acepte, abre el vértice y que los mercenarios de Tánder ocupen el patio de armas —ordenó, cogiendo aire antes de mandar a la guardia que protegía el portón de su padre que le dejara pasar.
—¡Padre! No le esperaba —dijo, ocultando su malestar.
Pero tuvo que esforzarse más de lo que esperaba, al comprobar que se encontraba reunido con la consejera Dilhay, lord Adomas, el consejero Edisis y, lo más hiriente de todo, con su hermano Ser Neri Onnei.
—¡Bien, gracias por todo, señores! Consejera, será un honor sentarme a su lado durante el banquete —afirmó Ser Lorbéi Onnei, despidiéndose—. ¡Pasa, hijo, te estaba esperando!
—Padre… ¿Qué significa esto? ¿Qué hacían ellos aquí?
Pero Ser Lorbéi Onnei no estaba acostumbrado a que nadie le hablara así, y antes de que Blazéri fuera consciente, le había golpeado el rostro con dureza.
—¿Crees que puedes secuestrar a la reina Tahíriz de Alemrac y tomar un reino sin que nadie lo defienda? ¡Una vez más me defraudas!
—¡Yo también me alegro de verle! Pero sinceramente, ¡su inesperada visita dificulta seriamente mis planes!
—Tus planes, dices… ¡Verás, yo te voy a poner al corriente de cómo van tus planes! ¡Son un desastre! Mis espías me han asegurado que la profetizada se ha revelado y, que su ejército, su enorme ejército, se encuentra en Ram esperando para atacar.
—¿De verdad lo cree?
—¿Qué si lo pienso? La consejera real se ha reunido esta mañana con Híz Shahnaz de Viggo.
—¿Cómo puedes estar seguro de eso?
—Pues lo puedo asegurar por esto —dijo, lanzándole un documento al rostro—. ¡Léelo! Mientras que tu soberbia te permitía dormir plácidamente, la consejera ha cabalgado hasta las tierras terias. Y eso no es nada… Mira esto y esto —gritaba, arrojándole documentos al rostro—. El consejero Edisis escribió a los reinos castrenses, y en estos momentos su flota se dirige hacia aquí.
—Eso no debe preocuparte, para cuando decidan zarpar, ya será tarde…
—¡Tarde… que será tarde! La flota más importante de este mundo está a pocas millas de la costa…
—Es imposible, lo sabría si fuera así… —aseveró Blazéri.
—No pienso rendirme… —gritó Blazéri, renunciando una vez más a estar a la altura de los propósitos de su padre—. Cuento, con la ayuda de Tánder —bramó, finalmente, para conseguir que se callara.
—Olvídate de eso, Tánder ya no es nada, nadie… Ajbhó la entregó a la Deidad de las leyes no escritas, y al hacerlo mató a la joven que ocupaba, por lo que también ella está en manos de la Deidad… ¿Te das cuenta? Has destruido el reino. ¡Vas a reinar sobre cenizas!… —aseguró, antes de darle la espalda para mirar a través de la ventana— Ahora, márchate.
—¿Que me marche? ¿Adónde? Dices que no hay solución…
—En el puerto te espera el galeón más veloz de nuestra flota. El capitán ya sabe dónde debe llevarte, he pedido algunos favores. Deja pasar el tiempo, después de todo, es lo único que tienes en este momento a tu favor… ¡Ahora vete!
—Sí, al parecer, es lo único que puedo hacer —afirmó, saliendo de la estancia sin despedirse—. ¡En marcha! —dijo, caminando en silencio, seguido por la ermitaña y su escolta…
Sin embargo, en las estancias reales, Eleris terminaba de adornar el cabello de Tahíriz. Y lo hacía con lágrimas en los ojos.
—¡Lo sé! —asintió la reina—. Para mí también es un día extraño, siento un vacío en mi interior. Como si me faltara algo —dijo, retirando el collar que le entregó Amma, para dejarlo con tristeza sobre el joyero—. ¿Cuándo será detenido?
—¡Se hará durante la ceremonia! Lamento que no pueda ser antes, pero necesitamos ese intervalo de tiempo —aseguró lady Halldora—. No debe preocuparse, majestad. Como le he explicado, todo está cuidadosamente preparado. El consejero Neri y yo llevamos planeando esto desde… desde el principio —omitió, recordando que su reina aún no sabía que Zeldriz había muerto, y tras todo lo sucedido en los últimos días lo mejor era esperar a que se recuperara.
—¡Ay! —gritó Eleris, sobresaltada, cuando una gota de sangre manchó el vestido de novia—. ¡Cuánto lo siento, majestad! Me he pellizcado con el broche del collar… Mire su vestido, está inservible. Déjeme que baje a la cocina, ¡no tardaré más que unos minutos en subir algo para poder limpiarlo!
—No se preocupe, creo que después de todo lo que está pasando, solo será necesario un poco de magia y estará perfecto enseguida.
—¡Magia, señora! ¡Para limpiar un vestido de novia! No creo que sea buena idea, su majestad no suele usar su poder para nada personal, la Deidad se toma estas cosas muy en serio. ¡Le aseguro que no será necesario! Lo solucionaré con una mezcla muy efectiva que utiliza la señora Horig para sus delantales. ¡La verdad es que obra verdaderos milagros!
—¡Bien! Baja a buscar esa mezcla milagrosa, si con ello se queda más tranquila —dijo Tahíriz, dejándola marchar.
Fue entonces cuando se escuchó un sonido ensordecedor que llegaba desde la costa. El pueblo de Hósiuz despertaba extrañado. Muchos lo atribuyeron a los honores por la boda real. Pero al ver cómo el cielo se cubría de guerreros terios no sabían qué pensar…
—¡Ya están aquí! —afirmó la consejera real.
—¡Por fin! —dijo Tahíriz, levantándose a mirar a través del ventanal—. El océano de Ax está repleto de lanceros que avanzan hacia la costa con fuertes y constantes brazadas… ¡Es impresionante!
—¡Majestad! ¡Majestad! —gritaba Eleris, emocionada—. Majestad, la señora Zolarix ha regresado. Ha regresado, majestad. Viene detrás de mí. Aún tardará porque ya está muy mayor y le cuesta mucho esfuerzo subir las escaleras —gritaba, liberada por el cúmulo de acontecimientos—. El ejército de la profetizada también, majestad, y el cielo está visiblemente cubierto de aves bruma—. Majestad, estamos salvadas.
—¿Es cierto lo que dices? ¿Está Amma en la Fortaleza? —preguntaba la reina, emocionada, conteniendo las lágrimas—. Amma… ¡Amma está aquí! —dijo saliendo de la estancia y corriendo como si fuera una niña pasaba ante ambas Swords.
—Mi niña —suspiró la señora Zolarix, aliviada, pero dispuesta a regañarle al ver que de su cuello no prendía la piedra de luna. De repente, una sombra alertó del peligro a la anciana milenaria. En ese momento el tiempo pareció detenerse ante sus ojos.
«Las dos Swords alzadas corrían tras ella… La consejera Halldora lo hacía pasos por detrás… Blazéri surgía del ala este con una daga en alto…».
—¿Adónde va mi futura esposa con tanta prisa? ¿De verdad creíais que esta historia iba a tener un final feliz? ¡Claro que sí! —dijo sin retirar la daga del cuello de la joven reina—. Eso solo puede significar una cosa —aseveró, girando su cuerpo para evitar que lo atacaran por la espalda—. No os acerquéis, o la mato —bramó—. ¡Ha muerto! Quiero que lo sepas. Ella está viva… Pero vuestro estimado amigo de la infancia ha muerto… —susurró a su oído antes de levantar su daga…
«¡Em ortne arap raido’ atsuc le lam!… ¡Em ortne arap raido’ atsuc le lam…! ¡Em ortne arap raido’ atsuc le lam…!».
—Esto no es una advertencia… ¡No podrán regresar jamás! —contestaron las leyes no escritas, y sus palabras quedaron sepultadas bajo los sucesivos conjuros hasta que desaparecieron sus cuerpos—. No extrañaremos tu pérdida, Ser Blazéri Onnei —anunció la Deidad, uniendo el mundo mágico a otro inferior, a lo largo de una línea en la que vertían a los condenados sobre un lejano mundo inferior, donde su magia sería por siempre inocua…
Londres, 8 de enero del año 2019.
Lord Blazéri Onnei… Supuse que pasaría la tarde trabajando.
—¡Sí, yo también! Vamos, querida Tánder, la tormenta se acerca. Debemos entrar —dijo, levantando entre sus brazos a la pequeña de solo tres años.
—¡Sí, claro! Pero antes reprenda a la vieja nana Zolarix… Insiste en que la historia de Oblig ha terminado —asintió, dejando caer su dorado cabello sobre el hombro de su tutor—. Pero yo estoy segura de que se equivoca —replicó, levantando la carita con la mirada perdida en un velo de oscuridad.
FIN.