Nina llevaba varias horas interrogando al sospechoso, aunque el comisario Díaz le ordenó, no hacerlo:
—El nombre, Boris. ¡Dime quién le ordenó! — gritó de repente la tranquila y sosegada inspectora perdió el control totalmente—. Deja de sonreír y dime quién dio la orden.
—¿Este, fue este? “Examine la fotografía” —exclamó Reyes tras un fuerte impacto en la mesa, y dos horas de trabas, hasta que finalmente le arrojó todas las imágenes a su gélido rostro, mientras las pupilas del individuo se dilataban al observar una de ellas.
—¿Esta te ha llamado la atención? Son de la segunda víctima —dijo Nina siguiendo un pálpito.
—¡La conoces¡, ¿quién era?, una amiga —preguntó Reyes cuando le vio fruncir el ceño.
—No, tu mirada no es la de un amigo —lo manipulaba Nina con la foto para conseguir una confesión.
—Tu amigo, el militar, le cortó la garganta— le mostró Reyes.
—Y falleció desangrada, mientras él le arrancaba su hijo del vientre… ¿No era su hijo verdad? —comprendió la inspectora al detectar un leve gesto de dolor en el detenido—. ¿De quién era? ¡Tuyo quizás! —insistía Nina.
—No diré nada hasta que no llegue mi abogado —dijo Boris, el conductor que puso la vida de Laura en peligro.
—Sabes, la joven que intentaste matar a la salida del instituto el viernes tiene casi la misma edad —le recordó Reyes, buscando un resquemor de empatía.
Pero entonces el tipo se cerró en banda, no se trataba de su hijo, sino de su sobrino. La joven era su hermana. Además, no tenía intención de delatar a su superior. El capitán era un hombre peligroso, con gustos ocultos. Por eso le pidió a su hermana que no saliera con él, pero ella le dijo, tranquilo Boris, no pasa nada. Cuando tras una semana sin verla, preguntó por su paradero. Él le dijo, la conoces bien, cuando se enfada, desaparece, supongo que estará en casa de alguna amiga. Pero esas fotos demostraban que le había mentido; desde ese momento todo había cambiado; nadie más que Boris tomaría venganza.
—“Ya es suficiente”, ordenó el comisario cuando les encontró interrogando al sospechoso. Fui muy claro cuando le di la orden inspectora; los espero a ambos en mi despacho.
—¡En serio! Nina —dijiste que te había autorizado. ¿Cómo has podido? Diego te eliminará del caso, y esta vez no seré yo quien pague los platos rotos —le dijo Reyes ante la sensación de déjà vu, y decepcionado salió de la sala.
—¡Sabe que está protegiendo a un asesino en serie! —le gritó Nina a su compañero mientras se alejaba.
Continuará.
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