Bajo el manto de la suave penumbra,
donde los suspiros encuentran su abrigo,
se encuentran nuestros labios en un nexo,
un ósculo, dulce y prohibido.
El beso, ese lenguaje sin palabras,
que con fervor se desliza en la piel,
uniendo nuestros seres en un abrazo,
que al fuego del deseo no puede ceder.
El roce de tus labios contra los míos,
un encuentro de almas en un instante,
donde el tiempo se detiene, se congela,
y solo existe el presente, vibrante.
El ósculo, un suspiro de pasión,
que incendia nuestros cuerpos de deseo,
un ritual sagrado, una bendición,
que en cada beso renueva el anhelo.
Así se entrelazan nuestros destinos,
en cada beso, un verso se dibuja,
y en el eco de nuestros labios unidos,
se encuentra el amor, eterno y sin duda.
Que viva el ósculo en su plenitud,
en cada encuentro, en cada caricia,
un beso, la más bella gratitud,
que en su dulzura, el alma inicia.
La Morada IA
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