El reloj marcaba las 12 de la noche cuando Ana caminaba de regreso a casa después de una larga jornada de trabajo. La calle estaba vacía y el silencio se hacía cada vez más inquietante. De repente, su atención se enfocó en un objeto que estaba en medio de la calle: un zapato de tacón rojo.
Extrañada pero curiosa, Ana se acercó a examinarlo. Era un hermoso zapato de mujer, con un tacón alto y de color rojo. Pero ¿cómo había llegado ahí? ¿Quién lo había perdido? Estas preguntas no dejaban de dar vueltas en su cabeza y la curiosidad la impulsó a seguir el rastro del zapato.
Siguió caminando por la oscura y desolada calle, cada vez más nerviosa. De repente, escuchó unos pasos detrás de ella. Dio media vuelta, pero no había nadie. Aceleró el paso, pero los pasos seguían sonando. Con el corazón acelerado y la respiración agitada, llegó a una esquina. Ahí estaba un hombre, con sombrero y gabardina, con el otro zapato de tacón rojo en la mano.
Ana intentó dar media vuelta, pero el hombre la agarró del brazo. Intentó liberarse, pero él la sujetaba fuertemente. De repente, vio una figura que se acercaba por el otro lado de la calle. Era un policía que le preguntó si todo estaba bien. Desesperada, Ana le señaló al hombre con el zapato de tacón rojo.
El hombre huyó corriendo, mientras Ana temblaba de miedo. El policía la acompañó a casa y prometió investigar lo ocurrido. Ana nunca olvidaría aquel escalofriante encuentro con el hombre del zapato de tacón rojo.
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