Caía la noche y hacía frío en Sevilla. Lucía preciosa, la Navidad se había encargado de pincelarla, de luces y colores.
Esquivando al tumulto, algo inviable en la ciudad, quiso la calma adentrarse en sus calles y pasear gustosa, a sabiendas, que la magia rondaba cerca y podría fácilmente caer hechizada, mas no le importaba en absoluto ponerse a prueba.
Nada más comenzar su recorrido, se dejó embelesar por la Diosa Híspalis desde su fuente, esta vez las hojas de loto tomaban un papel secundario cobrando real protagonismo el rojo vivo de la flor de pascua, la misma que rodeaba este manantial de agua.
La música quiso acompañar a la calma en su caminar. Muy bajito, junto a la fuente, se dejaba escuchar una linda melodía de esas que calan hondo. No quedaba más que acudir al encuentro y deleitarse. De la dulce voz de aquella joven se desprendía pura magia. La misma música sin dejar aquello escapar, hizo de las suyas, la calma desapareció en silencio dejando todo a buen recaudo, algo grande iba a acontecer.
Mientras la joven cantaba dulcemente al amor, en ese mismo instante, aparecía de forma espontánea, la cantante a la que pertenecía precisamente esa canción, todo un sueño para aquel que comienza. Una digna recompensa hacia el respeto y entrega absoluta por unas simples monedas. ¿Quién sorprendía a quién? Sin querer interrumpir ese mágico momento, la artista quiso arroparla, la conexión fue mutua, la canción siguió adelante, sonó sin duda, más hermosa y especial.
Un cálido aplauso resonó en aquel bello rincón. La Diosa Híspalis quedó prendada, sintiéndose afortunada por no ser esta vez la observada, dichosamente los papeles cambiaron. Una linda perspectiva cerraba a la perfección aquel maravilloso plano, pues un árbol majestuoso de Navidad, brillaba si cabía aún más.
…ocurrió en Sevilla, era Navidad y la música que es universal, se posó en esta tierra, regalándonos los mejores presentes…
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