Mil, porque no hablar de millones de veces se ha comentado que a través de la escritura se puede conocer a su autor, su estado actual de ánimos o incluso sus inquietudes, miedos y satisfacciones. Y nosotros, juntaletras del montón, pero del montón malo, no somos menos.
Camino de la segunda década escribiendo por amor al arte e incluso por auto imposición, uno evoluciona e involuciona por momentos, por épocas e incluso por años.
Este post -los blogueros escribimos posts y no relatos- viene a raíz de una conversación el sábado pasado con una de nuestras más fieles lectoras en un encuentro familiar y donde nos mostraba su parecer sobre aquellas formas en las que escribíamos el Filósofo y yo y cómo hemos cambiado la manera, la profundidad y ella nos reprochaba que ya no era lo mismo. Y tanto…
Estábamos en la veintena, sin más preocupación que la de ser feliz incluso escribiendo, incluso estudiando, incluso con problemas de aquella época… Ahora, son otros los problemas, ya no estudiamos pero trabajamos y tratamos de vivir, de respirar en la mayoría de los casos y el tiempo y nuestras cabezas no nos permiten divagar hasta altas horas de la madrugada. Antes, a más de dos mil kilómetros, ahora, a escasos 15 minutitos en coche…
Nuestra forma de escribir, y hoy estoy tratando de hacer una excepción, es como nuestra vida: rápida, alocada, todo muy medido y sin ese factor llamado tiempo que nos permitía perdernos para encontrarnos y volver a perdernos entre palabras.
Hoy, casi adultos, escribimos Microrrelatos. Será que cada vez somos más pequeñitos o que a buen entendedor…
Aún así, aquí seguimos, casi al pie del cañón, siendo como dicen los modernos, La Resistencia, e incluso le hemos dado cabida a…
Premios, regalos y euros del pasado que se quedaron en el pasado y que recordamos con cariño de lo que un día fuimos capaces y que no recuperamos porque ahora, solo nos interesa tener tiempo para escribir.
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