
El movimiento limitado,
de ganas, yo, repleto.
Por las visitas obligado,
la frustración en secreto.
El dolor como castigo,
viviendo en un aprieto.
La guerra ya es conmigo
y si sigo así, reviento.
Ángel Salgado I
Con solo una mirada, haces que se mueva todo.
Ángel Salgado II
Moverse, se mueve poco… No es por la edad.
Ángel Salgado III
La empresa ofreció un curso en lenguaje corporal o kinesia. ¡En la hora que lo hice! Me vi rodeado de hipócritas que decían una cosa y pensaban otra según sus gestos. Rompí con mi novia y mi familia. Un día mi imagen en un escaparate demostró que yo era igual.
Calila
En la penumbra del escenario, el bailarín se movía con una intensidad que cortaba el aire. Cada giro, cada salto, era una explosión de emoción pura. Su kinesia era un torbellino de sentimientos, un lenguaje corporal que hablaba más fuerte que las palabras. A través de ella, se podía sentir el alma del artista.
Manuela Sánchez
I
Camina con pasos firmes, desafiando cada mirada. Sus manos, inquietas, alzan pancartas, rompen cadenas. Su espalda nunca se encorva, su cabeza nunca baja. No necesita hablar: su cuerpo entero es un grito contra el sistema.
II
Sus manos, antes firmes, tiemblan al rozar el espejo. Sus pasos, cortos y pesados, evitan sombras del pasado. En cada gesto, la memoria de lo sufrido. No habla, pero su cuerpo grita lo que los años le han hecho callar.
III
La joven avanza, puños en alto, desafiando al mundo. La anciana tiembla, encorvada por los golpes del tiempo. Un instante, sus miradas se cruzan. La vieja reconoce su reflejo; la joven, su destino. Sus cuerpos hablan donde las palabras callan.
IV
Una sola mujer, dos instantes de tiempo que se miran frente a frente. Diferentes sensaciones, diferentes comportamientos. El paso de los años.
Anita
Bastó con una mirada, cual técnica de kinesia, para asegurarme. Incluso tú silencio tan delatador habló sin más. Supe entonces que no podía contar contigo. La decepción tomó mi mano y no me suelta…
Patricia Delgado
En silencio, su cuerpo lo dijo todo. Un leve temblor en las manos, la tensión en la mandíbula, el peso en los hombros. No hacía falta una palabra: cada movimiento, cada pausa, era un discurso invisible. La kinesia revelaba lo que el lenguaje intentaba ocultar.
Nemesio Laverde
I
Manos unidas y sudorosas, el tic en su ojo y el pie que incansablemente hacía un zigzag vertical agotador. Esperaba noticias sentado en aquella silla de aquella sala de espera solitaria que pagaba con el mismo sudor de sus manos. La noticia se confirmó: hoy tiene 6 años.
II
Posición recta y firme, manos sujetando un bolígrafo que giraba sobre su eje de simetría, pies pisando el suelo y mientras, tragaba saliva para saciar la sequedad de su garganta. Ese puesto de trabajo era suyo, lo sabía. Lástima que desconociera que el sobrino del jefe tenía un enchufe mayor.
III
Mármol que recurre aquel vacío
Las mismas sombras en aquella iglesia
Los jóvenes se marchan por hastío
Las puertas cerradas cual atresia
Los Santos bailando la conga con el gentío.
Las hermandades y su kinesia.
Juanma García
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