Abro tu vieja cubierta estropeada por el paso de los años; maderas rotas donde antes había lustre y oloroso barniz; moho sustituyendo a metal…
Aún no vas ni por la mitad de la capacidad, -mis poco más de tres decadas aún no dan para llenarlo- y empiezan a aparecer recuerdos…
Recuerdos de mi infancia, recuerdos de mi juventud, recuerdos de antes de ayer, recuerdos… Y asociado a cada recuerdo una imagen, algunas reales otras en forma de sueños por cosas que quise y no se cumplieron, sueños…
Albumes de estampas de 1986 de futbol, aquel álbum cofrade que con tantas ganas juntamos en los salesianos y hasta el ultimo que junte no hace mucho. El síndrome de Peter Pan en estado puro…
Rebusco un poco por el fondo y encuentro una maleta marron con asas en el mismo color, en piel, y en su interior aparecen fotos y postales de palomas revoloteando alrededor de un pequeño sevillano que aprende a echar sus primeros pasos entre arboles y caminos de albero de María Luisa…
En un lateral del baúl mi primera túnica, perfectamente planchada aún y las fotos dando mis primeros caramelos. Mi primer balón de basket -que ponía en letras muy claras CORBALAN-, mi primer balon de fútbol -evidentemente y como no podía ser de otro modo, un tango- y mi primera mascota: un tigre de peluche blanco con manchas grises que abultaba más que un pequeño guerrero con pocos meses de vida.
Al fondo del todo, dos de los platos fuertes: una gorra y un reloj. Ambos tienen un denominador común: una persona…
La gorra fue regalo en mi primer partido en el Sánchez Pizjuan, que sigue conmigo…el segundo, el trozo de cartón redondeado con cifras a su alrededor del 1 al 12 con dos manillas del mismo cartón. En él aprendí a saber las horas del día…
Mucho más arriba hay decenas, cientos de recuerdos de todo tipo. Fotos de todos los colores, objetos, llaveros, colecciones de pins. Mi vida en un baúl, en mi baúl de recuerdos…
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