No os hablo de Steve el de la manzana mordida, ni de ningún fichaje de alguna escudería de eso que llaman Fórmula 1 porque decir «carreras divertidas porque gana Fernando Alonso que es español y como ya no gana es infumable» es excesivamente largo. ¡¡¡No!!! Os hablo del santo…
Job, y que nadie piense que aquí hay trabajo para nadie, es el santo de la paciencia, pues bien, me juego lo que queráis a que le doy una semana al gachó al volante por esas carreteras de pueblo o algunas barriadas de mi Sevilla de «mi arma» y se nos iba a caer un mito, a la vez que un santo.
Cada día admiro más a esos conductores de camiones y furgonetas que, manejando grandes vehículos, se enfrentan a centenares de kilómetros y más aún, conviviendo con estos pseudoconductores de pacotilla…
Yo que me hago 250-300 km semanales con todo el estrés del que tiene que llegar a tiempo a todos sitios, sí o sí, y se cruza la ciudad de punta a punta, incluidos pueblos, poblados y casi comarcas, sufro a estos señores que no sé si es que la edad les imposibilita pisar el acelerador o simplemente que se compraron sus coches con 3 marchas porque «pa qué má».
Muchos diréis que soy yo el que le pisa a saco, puede ser, no os lo voy a discutir, pero una cosa es ir 10-15-20 km/h por encima de lo reglamentario cuando las condiciones de tráfico lo permiten y sin cometer ninguna imprudencia, y otra muy diferente que los caracoles esprintando, nos saquen unos cuernos de ventaja.
Lo dicho, me encantaría ver al santo Job al volante, insultando como un poseso -poseído!!!!!!- «pos eso», como un poseído, insultando, con las venas en el cuello y unas gotas de sudor cayendo por la frente debido a la impotencia de tener que ir frenando en vez de disfrutar de una conducción agradable a la velocidad adecuada.
Sean felices, y por Dios y el santo Job, pisen el puñetero acelerador. Gracias.