Dicen que las buenas costumbres no se deben perder. También ocurre, que lo que se consigue en años de trabajo se puede ir al traste en cuestión de segundos. Sin que haya pasado nada, aunque esté ocurriendo de todo.
El hecho es que, sin saber muy bien por qué, existe un punto de no retorno, que encierra todo y lo aísla. Es un punto al que se llega, sin querer llegar, pero sin haberlo evitado. Es en ese punto en el que parece que no hay marcha atrás, de perdidos al río, y todo se deja fluir libre y sin control.
A veces, uno se plantea volver a lo de antes, volver a esa situación de confort que desapareció, apareciendo otra. Son momentos de añoranza de un pasado que, sí, fue mejor. Y no quiere decir que lo de ahora sea malo, ni mucho menos. Pero se echa de menos.
Es en ese punto, en el que parece que ya no hay salida, en el que se reacciona y se descuelga el alma; y se rompe, de manera mágica, el candado del «no retorno» y todo se abre de nuevo.
Si nunca pasó nada para salir de una vida, nunca será necesario una excusa para volver a compartirla.
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