Buscando felicidad por cada rincón y cada esquina, llegué a encontrarme a mí misma, sabiendo reconocerme en toda la amplitud del concepto.
Escondiéndome entre la gente me descubrí sobresaliendo, como alguien diferente de quien es especial sin saberlo.
Con un nudo en el estómago porque me tocaba hablar ante el público, me sentí valiente y decidida sin el pánico escénico que creí que tenía.
Leyendo aventuras me alcé como primera actriz sin pretenderlo, subiendo escalones a una fama que nunca búsqué y sin embargo, hice mía.
Con el desengaño grabado en mis ojos descubrí la ilusión que me llenaba el alma, que la tristeza no existe, que la amargura te come, que la deshinibición es fácil si el qué dirán se entierra sin mirar atrás.
Caminando descubrí a un Machado en esencia, haciendo mi camino al andar, independiente y sola.
Que buscando el cobijo de compartir mi vida con alguien, descubrí que necesitaba la soledad impostada y deseada, sin más prejuicios que los que los demás dejaban entrever pacientes.
Y temiendo esperar demasiado, me tiré sin salvavidas al mar y sorprendentemente llegué a la orilla nadando.
Por eso sigo viviendo la historia como me da la gana, con las explicaciones justas y la impaciencia intacta.
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