Hoy entrevistamos en La Morada a Laura Gómez y nos introducimos en el mundo del carnaval y la universidad.
Para iniciar esta interesante conversación…Nos gustaría que te presentaras. ¿Quién es Laura Gómez?
Una cree que sabe explicar quién es hasta que se sienta a escribirse y tiene que delimitar en pocas líneas cada una de sus aristas. Qué complejo.
Laura Gómez es un quijote de veintitrés años que está aprendiendo a canalizar todas sus inquietudes. Mi amor por la literatura me llevó a estudiar Literaturas Comparadas. Lo demás, todavía está por construir. Sé que mi futuro está en un aula, como profesora de Lengua Castellana y Literatura, jamás lo he tenido tan claro; pero también sé que si la Universidad apostara por el carnaval, ahora mismo no estaría opositando sino doctorando.
Mientras tanto, hago lo que puedo con el tiempo libre que tengo y las investigaciones que se van publicando; como tú, como todas las personas que tenemos inquietudes investigadoras y nos empecinamos en hacerlas verbo. Ay, creo que me estoy adelantando.
En definitiva: si tuviera que reducir quién soy a tres palabras, esas serían “literatura”, “carnaval” y “café”.
Cuéntanos… ¿De dónde viene esa afición al Carnaval? ¿Cómo es el Carnaval de Málaga con respecto al de Cádiz?
De mi padre, aunque mi jartibilidad es un fenómeno sin precedentes –la que vive en un eterno febrero soy yo, él es más light–. Recuerdo que nos decía a mis hermanos y a mí que, sí o sí, tenía que ir al Falla un año; en 2012 se nos cumplió el deseo. Esa noche Momo me disparó, me traspasó el alma y me dio una razón para trabajar, escribir y hablar sin complejos. Desde entonces soy más crítica, más revolucionaria, más despierta.
El Carnaval de Cádiz y el Carnaval de Málaga comparten su cauce de expresión: las coplas carnavalescas, que difunden, critican y divulgan la realidad sociocultural. La diferencia entre ellos es histórica, evolutiva, antropológica. El carnaval cantado gaditano se recuperó con tanta fuerza de la represión franquista que influyó en las estructuras musicales de las demás provincias y unificó el estilo de las coplas carnavalescas andaluzas. Así, la expresión gaditana se convierte en el ideal: cuna, faro y espejo.
Te mentiría si dijese que no he comparado incansablemente ambas fiestas, otorgándole el oro absoluto a Cádiz sin titubear. Ahora, que he rastreado los orígenes y he convertido la comparación en diálogo, lo veo distinto. No somos Cádiz, jamás podremos serlo –como tampoco podremos hacer nuestra la idiosincrasia de los carnavales portuense, isleño, colombino…–; somos Málaga y nuestra expresión carnavalesca, aunque beba del carnaval gaditano, responde a la evolución histórica de nuestra identidad.
En cuanto a la temática y construcción del personaje, creo que en Málaga todavía perdura, de manera prolífica, la copla como expresión de la identidad local. Aunque abundan los personajes alegóricos que critican la realidad contemporánea, no han desaparecido los personajes y ambientes que reivindican la idiosincrasia malagueña o critican el modelo de ciudad actual (Los auténticos, 2016; El Museo, 2016; La comparsa del maestro, 2017; Viktoria Secret, 2018; El Cantón de Málaga, 2020; Los de Huelin, 2020; Ciudad del Paraíso, 2020; Un malagueño cualquiera, 2020; Los hospitalarios, 2022). No solo los pasodobles y cuplés actúan de “periódico cantado”, la obra en su totalidad dibuja el contexto histórico, social y cultural malagueño.
Dos citas a las que no se puede faltar: la Conferencia Inaugural, que reflexiona –histórica, cultural, filosófica, estética y literariamente– sobre el carnaval, y el Entierro del Boquerón, que cierra un ciclo e invita a renacer.
¿Qué lugar ocupa el Carnaval en la universidad?
Te hablo desde mi experiencia, como alumna de la Universidad de Granada (Grado en Literaturas Comparadas, 2018-2021) y alumna de la Universidad de Málaga (Doble Máster en Profesorado y Gestión del Patrimonio Literario y Lingüístico español, 2021-2022).
En los departamentos de literatura que conozco, desgraciadamente, el Carnaval está a la cola: casi no hay lugares desde los que comunicar. Mi realidad como estudiante de Literaturas Comparadas fue una excepción, yo sí tuve voz; no mucha, pero la suficiente para poder investigar y escribir sobre carnaval en varias asignaturas y en mi Trabajo de Fin de Grado. Mis compañeras filólogas no corrieron la misma suerte, nunca escucharon un “sí”. Luego, una vez acabas la carrera, todo se vuelve más difícil: la UMA, por ejemplo, tiene una línea de investigación dedicada a la Andalucía literaria, pero, actualmente, no contempla el estudio del carnaval –porque, claro, el día que el pueblo traspase los confines académicos, la intelectualidad será cosa de todos–.
Es imposible estrechar lazos sin investigación. Justo por esto, considero tan importante reivindicar la figura de las personas que abren camino y dan luz. Ante la negativa institucional, se ha investigado fuera de los departamentos académicos y se han publicado extraordinarios estudios. En Málaga, David Delfín nos ha regalado obras como La máscara en la copa: Carnaval Cantado y periodismo (2006) y La voz alzada: Carnaval cantado y transformación cultural (2021). Sobre el Carnaval de Cádiz tenemos El carnaval de las coplas, un arte de Cádiz, de María Luisa Páramo; las recientes investigaciones sobre Juan Carlos Aragón (Juan Carlos Aragón: el carnaval con mayúsculas, Jaime Cedillo; Tras los versos del Capitán Veneno, Cristina Braza); y un sinfín de publicaciones a las que tenemos que dar gracias. Estos autores investigan día a día, en su tiempo libre, en sus casas; una vez escrito lo que querían comunicar, buscan una editorial que les dé cobijo y nos alumbre a todos.
Por otro lado, el panorama en los departamentos de historia es diferente, mucho más esperanzador, al menos en Cádiz. Gracias a la labor de investigadores de la UCA como Alberto Ramos Santana y Santiago Moreno Tello, podemos rastrear la historia del Carnaval. Alberto Ramos Santana destaca, además, por ser el director de la Cátedra del Carnaval de Cádiz. Las actividades que la Cátedra organiza (Congresos de Carnaval, talleres de creación carnavalesca…) contribuyen a la enseñanza, investigación y difusión de la fiesta.
Ojalá llegue el día en que todas las universidades andaluzas permitan estudiar el carnaval cantado. Necesitamos más luz: ¡larga vida al estudio científico de la fiesta!
¿Hay alguna agrupación o autor que, a tu parecer, haya marcado un antes y un después en el Carnaval?
Es pronto para calibrar toda la repercusión pero me quedo con We can do Carnaval (2022), la primera comparsa escrita, dirigida y compuesta íntegramente por mujeres que ha llegado a la Final del Falla.
Por abrir camino, mostrar las costuras del concurso, sacudir conciencias y reivindicar tajantemente que nosotras también tenemos pluma y garra, que podemos -y debemos- formar parte. No solo como artesanas o maquilladoras, también como componentes, letristas, investigadoras…
El Carnaval es música y letra, un conjunto. Quizá, quienes pertenecemos a este mundo de la literatura, lo tenemos más interiorizado, pero ¿Crees que hoy en día son suficientes los estudios sobre la relación entre la literatura y el Carnaval de Cádiz?
Qué va. Habrás podido comprobar que soy muy crítica al respecto, no puedo no serlo. Si los departamentos de literatura están llenos de personas leyendo y escribiendo sobre cientos de temas, algunos ya manidos, ¿por qué el carnaval no va a merecerse un amplio lugar?
Tengo amigos de la carrera que actualmente pertenecen al personal investigador de la Universidad de Granada. Escriben sobre écfrasis, intertextualidad, poéticas ruralistas… ¿Sabes qué compartimos? El egoísmo –en el mejor sentido de la palabra– investigador que nos invita a trabajar sin complejos en lo que creemos. Las investigaciones son gestos de amor: investigamos pensando en nosotros mismos y en la pasión que sentimos hacia nuestra línea de investigación.
El carnaval debería tener las mismas oportunidades de ser amado –académicamente– que cualquier otro objeto de estudio. No solo es un fenómeno cultural que aúna música, poesía y teatro, es mucho más. Las obras carnavalescas beben de otros textos –literarios, musicales, cinematográficos–, son intertextuales, complejas y merecen que alguien saque a la luz los mecanismos que las hacen funcionar.
Mi mayor logro comparatista será siempre haber escrito un ensayo sobre la influencia de Hannah Arendt, Simone Weil y María Zambrano en los popurrís de las comparsas malagueñas El último amanecer (2007) y La Victoria (2009). Eso sí que fue un gesto de amor: filosofía, carnaval y amistad bajo el prisma del cientificismo académico. Se puede hacer. Se está haciendo. Las obras de carnaval son mucho más complejas de lo que parecen, debajo de ellas hay más cultura de la que pensamos. Se tiene que seguir investigando.
El Carnaval ha sido tratado como un género menor. ¿Crees que sigue siendo así en la actualidad? ¿Consideras que ocupa un lugar significativo en los institutos como el flamenco y otras artes, por ejemplo?
Para nosotros, los aficionados, el carnaval se ha consagrado como género mayor; para el resto, como bien expresa el autor malagueño José Luis Malo en un pasodoble de la comparsa Los hospitalarios (2022), “el carnaval es un mundo de chusma / el carnaval tan solo gusta a los chuflas”. Es una pena.
La consideración del carnaval como género menor, como arte del pueblo inculto, no solo reduce la investigación de la fiesta, también su lugar en la educación. La Junta de Andalucía tiene un programa educativo denominado “Vivir y sentir el Patrimonio” que permite a los centros incidir en la educación patrimonial, pero, una vez más, el carnaval no es, propiamente, una línea de actuación –sí existe, sin embargo, la línea patrimonial “Vivir y sentir el Flamenco” –.
El carnaval es un material de apoyo imprescindible, no solo para el área de Lengua Castellana y Literatura. Las coplas de carnaval, al ser artículos de opinión cantados, permiten trabajar los elementos transversales y educar en el respeto y la igualdad. Ojalá Momo pudiera bajar a las aulas más a menudo.
¿Cómo ves el nivel de letras de las agrupaciones que se presentan al concurso?
Por lo general, flojito. Y la culpa recae sobre nosotros, los aficionados, que aplaudimos antes lo bello –o lo que nos han dicho que es lo bello y lo puro– que lo político.
Mi profesora de Literatura hispanoamericana cerró su asignatura con esta frase: “Al final solo nos quedará la belleza pero la belleza no solo es estética, también es política. Nunca lo olvidéis.” Rememoro estas palabras y me acuerdo de Juan Carlos, que elevó el carnaval al arte mayor justo por producir mensajes tan estéticamente cuidados como políticos. El autor de carnaval, ante todo, debe hacer sangre, debe ser comprometido. Lo demás, no me sirve.
No quiero un carnaval ingenuo, de pescaíto en blanco, quiero un carnaval que refleje nuestras preocupaciones; un carnaval que sacuda, desestabilice y revolucione.
Por último, vamos con nuestras preguntas fetiche:
¿Cerveza de tirador o de botellín?
Siempre Alhambra 1925 de botellín y bien fresquita (menos en Cádiz, que tenéis contrato eterno con Cruzcampo).
¿Tortilla con o sin cebolla?
¡Con! Sin cebolla no es tortilla. Será otra cosa, pero tortilla ya te digo a ti que no.
Muchas gracias.
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