Tantas veces he intentado callar, guardar para mis adentros todo aquello que he querido gritar a toda voz, pero que tantas veces se me ha quedado así como quien dice: «las palabras trancadas en el codo».
Un golpe seco que recibí una vez, me enseñó que debía callar las quejas. El golpe en el alma me quiso mostrar que los sentimientos se sienten encerrados y que a veces me encuentro en un tres y dos entre el hablar o dejar esas palabras trancadas y olvidarme de que están ahí, aunque sé que el codo duele…
Traté muchas veces, en la clase de boxeo que soltar lo que llevo dentro, pero el codo quedaba engatillado como mis palabras al intentar defenderme. Aunque soy fuerte soy incapaz de maltratar, con las manos, con los brazos, con los pies, con las palabras y con los sentimientos. No soy de mucho hablar, ni de golpear en realidad, pero la suerte y la vida me trajeron al ring, a este en el cual no ataco pero intento defenderme, aunque las palabras no fluyan y el codo duela por frenarlo cada a vez que debo golpear…
Me armo de valor y sobre el ring lucho fuertemente contra lo que más temo, mi propio ser, mis agonías internas, mis pasiones, mis indecisiones, mis ganas de callar lo que llevó dentro cuando lo mejor es soltar el codo y dejar que fluya el golpe, ese que es certero, directo a la mandíbula, ahí en ese punto donde sé que hay un knockout seguro, donde sé que caerá al piso y a la cuenta de 10 no podrá levantarse , no seguir luchando conmigo. Donde las palabras fluyan sin pensarlo y sin importar lo que lleven en ellas, donde como flechas corten el aire con un silbido silencioso y finalmente me liberen de mi agonía interna.
Tantas veces he querido callar, guardar lo que millones de veces he querido gritar, que la libertad de los sueños no corresponde a una sola voz, que no me podrán dominar ni podrán frenar mis riendas, pero a pesar de eso las palabras se quedan engatilladas en el codo y el golpe final no sale… El knockout seguirá siendo para mí mientras no logre soltar el codo y las palabras que por tanto tiempo he llevado en mi interior.
La mente se eleva, inventando, ingeniando como soltar esas palabras y me digo a mi mismo:
¿qué somos más allá de la materia?, ¿qué ofrecemos más allá de lo que somos? No somos más que palabras que se traban en el olvido, no somos más que golpes bajos que nos damos a nosotros mismos buscando esquivarlos pero que se nos traban en el alma, en la conciencia, en el vacío de los sentimientos, como diría Shakespeare seremos o no seremos, almas distantes llenas de palabras.
Vamos caminando en un rumbo en el cual no nos conducimos a nosotros mismos, sino donde somos conducidos por una multitud inerte, pensamos lo que nos hacen pensar mientras pensamos que estamos pensando por nosotros mismos, creemos que amamos pero no amamos a nadie ni a nada solo dejamos que pase como nos enseñaron que debía ser. Miramos en un mundo que creemos que debemos mirar mientras en otra dirección pasan cosas que callamos, porque las palabras que decimos son las que nos enseñaron a decir, mientras las que debemos decir las callamos, se nos quedan atoradas entre el pecho y el golpe, entre el codo y la mano, entre la mente y el corazón y terminamos siendo lo que no somos, ahogando nos en nuestras palabras, en nuestros sentimientos.
Tantas veces he intentado callar, guardar para mis adentros todo aquello que he querido gritar a toda voz, pero que tantas veces se me ha quedado así como quien dice: «las palabras trancadas en el codo».
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