Con el maquillaje fresco desde tempranas horas, con la cara sin lavar y con restos del día anterior como sinónimo de falsedad rebosante, así amanecen todos los días.
Las medias sonrisas que pretenden ser protagonistas y solo provocan grima en quien las recibe. Risas a boca llena, pues con tanto irritante embuste, ya no hay quien se asuste ante semejante escena.
Los trajes de tintorería se ostentan, las corbatas bien anudadas, la pringue en el pelo y las orejas enceradas. Con esa facha ladrando desde el púlpito imaginario de sus retorcidas cabezas. Sin mensaje, solo el miedo como argumento y la vergüenza ajena por bandera.
El clasismo encasillado en ítems arcaicos, demostraciones de valía para machos alfa en un abecedario sin más letras, solo ellos y solas ellas, que acompañan esta farsa.
Ante semejante fauna aparece la resistencia. El camuflaje para pasar desapercibido y poder, desde dentro, inculcar los verdaderos valores. Esos mismos que son usados con golpes en el pecho y que se olvidan al son de palmaditas en la espalda.
Respirar como terapia para evitar situaciones irritantes, siendo conscientes que nada es lo que parece y mucho menos lo que nos quieren vender.
Abran sus paraguas, llueve fuerte.
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