A la mañana siguiente, Fabián se dirigía a la mesa de Antonio cuando vio cómo este discutía con el comisario. Romera negaba con la cabeza mientras su sobrino le entregaba una carpeta, que devolvió treinta segundos después con cara de pocos amigos. Luego, volvió a su despacho.
— Inspector Muñoz —dijo el comisario mirando a Fabián—. Tenemos que hablar.
—Por supuesto, señor —obedeció Muñoz sin rechistar antes de poder darle al agente Antonio los datos que tan amablemente le había solicitado.
— ¡A ver!, tú, que estás al tanto de todo, supongo que ya conoces…, a mi sobrino —dijo al verlo entrar, cambiando su discurso para incluirlo.
—Sí, por supuesto. El agente García y yo ya nos conocemos —manifestó Fabián, “recordando la ilustrativa conversación que tuvo el día anterior, con su nuevo amo”.
—Tomamos unas copas la noche anterior y espero que lleguemos a ser buenos amigos, de los que prefieren morir antes de revelar un secreto. Por favor, tomen asiento, hoy solo seremos tres: Madrid afirma que el caso del taxista y el del bebé están relacionados —escuchó Fabián sorprendido—. Creo que eso es para mí —dijo Antonio, esperando los documentos con la mano extendida.
Entonces Muñoz miró al comisario y los dejó sobre la mesa, desconcertado por qué la cadena de mando se había roto desde el momento en el que el sobrinísimo se había sentado en el sillón del comisario.
—Aquí está —dijo Antonio, apartando una de las pruebas cuando el comisario salió corriendo a buscar otra similar que había visto hacía apenas unos segundos en la documentación que él le había entregado—. ¡Tiene razón! ¡Demonio de chaval! —dijo regresando con otra prueba—. Esto demuestra que los dos casos están estrechamente relacionados.
—Es evidente que comparten genes —manifestó Fabián.
—Mira el codo derecho de la mujer que apareció muerta en el taxi. Ahora, fíjate en el caso de Loreto: justo detrás de la oreja del bebé… Supongo que los dos tienen el mismo diámetro y el mismo color —aventuró el comisario.
—Ahora que está claro, pediré a la central que coteje el ADN de los dos casos, y todo lo que tengan sobre María… Por último, antes de terminar… Me gustaría que la inspectora se incorpore a la mayor brevedad posible.
—Por supuesto, la inspectora, ¿cómo está eso? —inquirió Romera.
—Cree que soy un inútil redomado, y que el encuentro fue casual —aseguró Antonio ocultando su interés por ella.
—Antonio, sabes tan bien como yo que por el momento la inspectora no puede regresar. Necesitamos que ese tipo siga tras ella.
—¡Uy, uy!, en esta oficina se está rifando una torta y el sobrino del jefe lleva todas las papeletas.
—¡Fabián, cállate!, ¿no ves que no estamos para bromas? Nos jugamos mucho, señores —advirtió el comisario—. ¡A ver! ¿Qué sabemos del tipo por ahora?
—Es un militar rumano. Lo tuve a tiro en un par de ocasiones el otro día en Chiclana, una en la entrada de la pensión y otra en la salida, y anoche. Gracias al soplo de un buen amigo, lo seguí hasta su gimnasio. Sin embargo, las instrucciones de la central son muy claras. Lo quieren vivo. Por lo tanto, Fabián, necesitamos tus valiosos recursos. Ahora será mejor que cierres la puerta, montaremos el operativo —ordenó Antonio a Muñoz, que no comprendía por qué las órdenes las daba el novato.
Décima entrega
Continuará…
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