Antonio tenía muchas dudas, por eso no tuvo en cuenta las palabras de la inspectora al mandar a callar a Reyes, cuando insistió en un intento absurdo por protegerla, pero que no dejaba de resultar tierno; sobre todo al observar sus ojos mientras le comentaba—. Es posible que yo pueda ayudarla con el caso, puede parecer que no, pero tengo influencias en ello.
Ella se puso en pie con indiferencia, aunque lo cierto es que estaba indignada. “El novato tenía síndrome del príncipe azul y su compañero se burlaba de ella”.
Entonces Reyes tiró de su mano intentando detenerla—. ¡Por Dios, Nina! Ha pasado mucho tiempo y nadie ha podido resolverlo. Has revisado informes, pruebas, has conducido hasta Conil de la Frontera, mil veces … El forense no quiere ni oír hablar de ti de la de veces que le pediste repetir las pruebas de huellas, piel y cabellos; “en balística te tienen miedo”. Has releído una y otra vez los interrogatorios de familia, amigos y vecinos… ¿Qué más puedes hacer? Estás hundiendo tu carrera, y al paso que vas no tardarás en conseguirlo…
Antonio se sentía tan incómodo que no levantó la vista de su cerveza y, al verla alejarse, se levantó y salió tras ella.
—¡Genial! —exclamó Reyes frustrado, mordiendo su labio inferior—. No estoy seguro de cómo se las arregla, pero ya estamos como siempre. Es evidente que hoy también pago yo. ¡Jefe! —dijo mirando al camarero —por favor, otra cerveza y la cuenta.
—Inspectora, espere —gritaba Antonio —: que miraba asombrado cómo, con pasos tan pequeños, era capaz de andar tan ligera. Le pareció tan útil que casi de inmediato copió la pauta y el ritmo de sus pasos, y aún quedó más sorprendido al comprobar su efectividad; al conseguir tomarla por el brazo minutos más tarde. Sin embargo, ella se liberó bruscamente y mientras caminaba hacia su casa lo reprendía—. Es más que suficiente por hoy, novato. Recuerda que desde ahora mi incorporación depende de tu silencio, así que será mejor que no comentes el tema con nadie. Gracias por traerme desde Chiclana y por tu ayuda. Estoy cansada y dolorida, así que me voy a casa.
—¡Y ya está! ¡Con el día tan extraño que hemos vivido juntos, se va sin más! —Dijo decepcionado.
—¿Sin más? No he sido clara, novato. Hoy no ha sucedido nada y usted y yo no nos hemos visto. Adiós —dijo sacando las llaves para abrir la puerta de su edificio y cerró dejándolo en la esquina de San Juan de Dios, sorprendido, y ansioso por saber más.
Séptima entrega
Continuará…
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