La inspectora Nina observaba el cuerpo en la mesa de autopsias. Miraba los ojos de la chica y, después de preguntar su nombre, discutió varias cuestiones con el forense y ambos comisarios. Nadie aportó nada al caso hasta que, después de un espeso silencio, ella preguntó—. ¿Y esto?
El forense se acercó y pestañeó sorprendido, luego cogió la cámara e hizo unas fotografías que abrió para asegurarse de ver los detalles mientras se acercaba al interruptor para apagar la luz. Es un tatuaje fluorescente —añadió.
—Ah, ¿sí? Eso es útil, ¿podría decirme algo más? —preguntó mientras el forense soltaba la cámara y cogía la grabadora.
—Se trata de una tinta especial UV, se puede apreciar su duración entre 12 y 18 meses, se conoce como un tatuaje efímero. En concreto este se ubica en la cara interna del dedo meñique, en la mano derecha de la víctima, es parcialmente visible en distintas puntas y parte de la base, el resto ha desaparecido, coincidiendo con…, —continuó dejando los datos en nota mientras observaba molesto que el nuevo comisario se ponía guantes.
—¿Puedo? — preguntó Diego cogiendo la cámara—. ¿Sería una flor de loto?
—“Sospecho”—añadió el forense mirando a Diego como si fuera un bicho raro, mientras su homólogo, el comisario Rodríguez, mencionaba algo a la inspectora.
—Esta tarde tengo cita —contestó ella—. Me imaginé una ola, algo pequeño relacionado con el surf y que no llame mucho la atención, pero esto también me vale.
—Adelante y llévate a Reyes. Es probable que hayas encontrado el vínculo que conecta a la víctima con el tatuador. Aunque no puedo dejar de preguntarme si podrás hacerlo… ¿Puedes?
—Eso creo —respondió Nina sintiendo un gran peso en el pecho mientras su mente le repetía que habían pasado muchos años y que no podía fallar.
—“¿Está usted bien?” —preguntó Diego que sin duda asumió que no, porque se acercó al dispensador de agua—. Por favor, bebe un poco, te sentirás mejor.
—Gracias, comisario —dijo la inspectora bebiendo con ansias.
—Supongo que eso es lo que buscamos —dijo Diego, esperanzado en llegar a ella a través de lo que a todas luces parecía una buena pista.
—¡Supongo…! —respondió ella fría como un mármol. Porque necesitaba dejar claro que no estaba dispuesta a perdonar ninguna de las mentiras que le dijo cuando estaba infiltrado como Antonio —el agente novato— a pesar de que ni siquiera de lejos le habían causado tanto daño como las verdades que le ofreció después de presentarse al equipo, pensó la inspectora al recordarlo…
“Mi nombre es Diego Díaz, y como les acaban de informar voy a ser su comisar
Continuará…
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