El yonkigitanismo puede ser todo y nada. Es luz, fuego y destrucción. Es mirar a tu grada y no entender que está pasando, pero no poder dejar de formar parte de ella.
El yonkigitanismo es no querer que nadie te quiera si no te quiere como tú la quieres a ella. Es la obsesión por ser nosotros mismos, sin querer ser simpáticos.
El yonkigitanismo es estar locos de la cabeza, con los cinco sentidos. No se vive de leyendas inventadas ni en ciudades imaginarias.
El yonkigitanismo es sacar de la miseria deportiva a cualquier jugador o entrenador, darle cariño y hacerlo héroe, ídolo y leyenda eterna. Es la conversión a la sevillanía de todo el que pisa el Ramón Sánchez-Pizjuán.
El yonkigitanismo es la amargura del enemigo y la paz interna. Es convertir el insulto rival en santo y seña. Es tropezar, respirar y volver a la batalla. Si caes, te levantan. Si caen, les levantas.
El yonkigitanismo somos nosotros, tú, él, ella y el Abuelo en todas sus versiones. Es saber que nadie llorará contigo en los malos momentos, pero que todos querrán soplar las velas de tus éxitos.
El yonkigitanismo son un puñado de irreductibles galos, que guiados por Astérix y Obélix campan a sus anchas defendiendo a su aldea y a todo el que quiera vivir en ella.
El yonkigitanismo es la pasión, la entrega y la locura llevada al extremo. Es una canción de Silvio, una tapa de chicharrones y una cerveza convidá. Es Diego Armando besando a Suker y Kanouté marcando a pase de Jesús Navas.
El yonkigitanismo es recibir y aguantar. De la mano, todos juntos, que ya llegará nuestro momento de nuevo. Sí, otra vez. Que si celebraron nuestra muerte, más sufrirán nuestra resurrección.
El yonkigitanismo tiene acento andaluz con ritmo argentino. Viene de Serbia hermanado con Croacia, es la costa marroquí, la revolución francesa y las dehesas extremeñas. Viste zuecos neerlandeses y lleva sombrero mexicano. Desde el norte de España, donde se baila samba y cumbia, viene dando volteretas mientras disfruta tomando mate y gazpacho.
Al yonkigitanismo le gusta la Feria, los Carnavales y la Semana Santa, pero lo que más le gusta es un golito en Nervión tras una larga previa entre amigos.
El yonkigitanismo es lo que tú quieras que sea, porque no hay reglas, solo un amor incondicional y hasta indecente por unos colores y un escudo. Rojo y blanco en dos medias lunas rodeando un balón, tres figuras y tres letras que dan nombre a la ciudad más bella.
Si te sientes yonkigitano, alza tu voz al cielo y canta conmigo…que un amigo encontrarás, que de la mano de mi Sevilla, la vuelta al mundo vamos a dar!!
Amador says
2 junio, 2023 at 21:03Ole de verda que cosa más bonita,yo soy gitano y orgulloso de serlo y soy más sevillista que el escudo,tus palabras man llegao al corazón.viva el sevilla y viva los ultras de nervión siempre yonkigitano