—No olvides que Nina caminaba rápidamente hasta una pensión cuando subía las escaleras a toda prisa, mirando atrás, nerviosa, apoyó la espalda contra la pared, tratando de evitar que el miedo se reflejara en su rostro; tenía el cuello rígido y la respiración entrecortada.
—Sabía que si quería sobrevivir no podía salir y temerosa, se acercó a la escalera.
—No quería, pero ese sonido… ¿Eran pisadas?
—Entonces lo vio…
—Sí, tía, pero lo de cuándo él todavía se cubría la cabeza con las dos manos cuando Nina le susurró una orden.
—Arrástrate hasta la ventana, necesito que tires de ella y la coloques a unos quince grados. ¡No me mires como si estuviera loca! ¡Ve hacia la ventana!
—Respiraba profundamente mientras se presionaba el costado.
—Tienes razón, aquello fue una pasada.
—Me meo cuando lo recuerdo. Espera que tengas otra mejor, tengo otra mejor… Cuando lo obliga a pagar en el bar.
—Madre mía, la expresión que Nina puso.
—¿Y el modo en que Diego lo engañó?
—¡No me extraña que luego no quisiera verle la cara!
—Aunque te digo la verdad, “se llame como se llame, está buenísimo”.
Sí, tía, lo miras, y lo primero que te nace, es decir “sí…”.
—Pues a mí me gusta Reyes, «me pone mucho su rollito de malo».
—¡Bueno! La película es magnífica y me ha encantado el final.
— ¡Por completo! Es una pena que haya terminado, ¿otra Margarita…?
Fin
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