Fue duro el cortejo pero mereció la pena. Todo de a poquito, cual romance de valentía. Un amor hecho a medida. Pero, ¿qué tienes, Sevilla, que nunca te supe como descifrar? “Me das algo diferente” confiesa Manuel Carrasco entre susurros.
Una vez más, se clava en el alma un no sé qué, que qué se yo. Manuel y Sevilla. Sevilla y Manuel. Nos regala un conmovedor documental que lleva por título “Hay noches que duran toda la vida”, donde describe a fuego lento su delirio por esta ciudad.
Camina hacia una pantalla, toma asiento y cual espectador, revive a flor de piel su propia hazaña. Una lluvia de noticias dejan entrever cómo el onubense hizo historia, coronándose como aquel artista solista que congregó a más de 74.000 personas una noche sevillana. La Cruz del Mapa, fue la gira galardonada en 2019 como la más exitosa de ese año, concluyendo en 2022 tras la pandemia.
Tras ese golpe brutal, donde se paró el mundo y la gira, donde “nos quitaron la vida” había que volver pisando fuerte, con ilusiones renovadas. “Hay que vivir el momento” era y fue, la clara y absoluta premisa. Un montaje sin precedentes donde nueve camiones transportaban todo el equipamiento.
Enorme despliegue de luces, cabezas móviles, módulos de pantallas de vídeo de alta definición, un innovador sistema de sonido, en definitiva una maravillosa puesta en escena, marcando un hito en la historia de la música.
“No puedo cantar en Sevilla” confesó Manuel. Desconsuelo que se clavaba en su ser, una y otra vez. Escenarios que se le resistían, ese Lope de Vega en aquel entonces se confundía. Y sin dejar de soñar, cantó. Un aforo caprichoso, que no se conformaba, pedía más y más, llevándose a Sevilla de calle, cruzando la meta de un Estadio Olímpico. Un curioso grupo de WhatsApp llamado “Concierto del siglo” donde técnicos, jefes de producción, manager, resolvían sus quehaceres, y cual presagio, dieron por hecho cuánto y cuánto se avecinaba.
Y es que sólo poner fecha en Sevilla es un acontecimiento. La locura se desata, la ciudad se vuelca y el cartel de agotado se muestra casi al instante. Las puertas de un Estadio se abren, al cante de “lololololo”. Pisas firme cual mar azul sobre tus pies. Un escenario central de impacto, que se adentra entre el público para sentirlo aún más cerca. Una larga espera que se goza con los de siempre, canciones van y vienen, hasta escuchar, ¡ya sale!
La timidez de Manuel se hace patente. Está más callado que de costumbre. Las inseguridades revolotean cerca. Demasiada responsabilidad.
“Tengo un susto que recorre todo mi cuerpo”. Todos a su alrededor le hablan, buscando su calma, pero él no está del todo, “estoy sosteniéndome”. Cubre su rostro con sus manos, se inclina tomando fuerza. Sevilla entera está ahí fuera. La multitud grita al unísono, escucha su respiración, profunda, sus tiemblos, pero el piano suena sin más, y canta a Sevilla como si no hubiera un mañana. Finalmente, todo fluye sin más.
“Y ahora solo quiero cantar. No me importa que nadie lo entienda. Llámame loco por quererla a ella. Tengo el alma llena de colores con momentos tuyos. Si tengo algo verdadero esa eres tú. Sevilla, Sevilla, Sevilla…”
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