I
Nadie entendía cómo perdió la cabeza, pero tampoco lo ayudaron a deshacerse de su viaje
hacia la locura.
II
Tanto jugaron con ella que la destrozaron. Pocos sabían realmente lo que pasó, pero puso la
espalda recta, frente en alto y a seguir con la vida sabiendo a dónde no volver.
III
Cabeza perdida, mente dispersa. No importa donde estés, los pensamientos vuelan.
Rocío C Gómez
I
-¡Que le corten la cabeza!- gritaba la reina mientras el sombrerero cuerdo huía perdiendo los sombreros a su paso.
II
Lo mejor que nos puede pasar en ciertos momentos es perderla y no saber donde la has dejado para no recuperarla tan fácilmente.
III
Síntomas evidentes de que ha perdido la cabeza. ¿Los motivos? Dicen que se enamoró de un joven príncipe…
Juanma García
Metáfora perfecta de lo que sentimos los mendigos tras el segundo cartón de vino.
Ya mañana será otro día y el dolor nos confirmará que era demasiado peleón.
El Mendigo
Sólo perdí la cabeza una vez, en el año 1789, en París. Fue suficiente.
Ángel Barrios
Y si llega un día y no regresas, no lo sientas, solo espero que tu mundo sea mejor.
Y si llega el día y no regreso, no me culpes, no lo hagas, solo espero que algo sea mejor.
Ángel Salgado I
¡Viva la revolución y las cabezas cortadas!
Ángel Salgado II
Un poco de locura, siempre, es necesario.
Ángel Salgado III
¿Perder la cabeza? Si nunca la he encontrado…
Ángel Salgado IV
Viernes 13, buen día para cortar cabezas…
Ángel Salgado V
Todos pensábamos que Clara tenía la cabeza perdida entre modelitos de ropa y peinados. Suponíamos que el jefe la había contratado más bien por sus curvas.
Nos sorprendió una mañana que no volvió y que la caja fuerte estaba vacía. Adiós acciones, contratos y dinero. Se lo había llevado todo.
Arancha Naranjo
En efecto me estaba mirando. Un muñeco un tanto extraño, ahí tirado en la calzada, creyendo ser inocente, como quien no quiere la cosa me miraba fijamente. ¿Quería decirme algo tal vez? Cabeza perdida la mía. Fue entonces cuando, de repente, hizo un giro inesperado y me sonrió…
Patricia Delgado
Las caminatas eran lo común para María, cada día se levantaba temprano para salir de paseo marítimo a modo de ejercicio, es importante siempre mantener el cuerpo en forma y la caminata es una buena manera. Aquella mañana como cada día anterior de esa semana tomó la vía que daba al parque, solía ser más tranquila aquella ruta que la vereda que da al lado de la panadería, menos transitada y el aire se sentía más puro, solo que esta vez una cabeza de muñeca se atravesó en su camino haciendo que se detuviera al instante, aquella cabeza la miraba fijamente, María un tanto aterrada, saltó por encima de ella y continuó su caminata con paso apresurado, un silbido lejano la hizo mirar atrás, y detener su paso nuevamente, para su sorpresa, al volver la mirada al frente la cabeza de la muñeca estaba de nuevo allí.
María respiró profundo, el sol ya indicaban las 6 am y el clima era aún fresco, así que continuó su caminata acelerando más el paso, dejando de lado la cabeza de la muñeca, en el fondo sabía que aquellos ojos se movían en la misma dirección que ella caminaba.
Al virar en la siguiente cuadra, se encontró de frente aquella pequeña cabeza que la miraba fijamente, un tanto asustada, tomó la cabeza de la muñeca y se acercó a un bote de basura que había cerca en el parque y la lanzó dentro.
De regreso a casa, un tanto nerviosa por la aparición de aquella cabeza, María vió una nota en una pequeña casa de muñecas que había en casa de la vecina, había un cuerpo sin cabeza con una nota que decía: «he perdido la cabeza, quizá salió corriendo por mis locuras, si la ven, por favor díganle que la extraño, que regrese a casa»
Manuela Sánchez
Sara bajó del coche dispuesta a ver a su abuela.
Vivía en un agradable edificio donde compartía estancias con otras simpáticas personas.
Al entrar en el jardín, la vio a lo lejos.
Sentada, miraba los almendros en flor.
Mientras acortaba metros la escuchó decir:
«¡Válgame la Virgen!!!!
¡Tengo la cabeza perdida!»
La Renacida
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