Durante el trayecto por las galerías principales, los hermanos Onnei permanecieron en silencio hasta llegar a la entrada, donde la guardia real abrió las grandes puertas y les brindó la posibilidad de acceder. Ser Neri caminó hacia la derecha del lugar y dejó a su hermano entre los cortesanos. Luego, se dio cuenta de que la monarca estaba reunida con lady Alldora a pocos pasos del trono.
—Mi querida señora, ¡podríamos emplear tanto el tónico de hada como la ampolla de Ananassa!, y en un solo día tendría un ejército de swords, aún más fiero y valiente que el de los lanceros de Ax, ¡basta con que dé la orden!
—Lo comprendo, ¿pero es necesario tomar una decisión de esa magnitud?, es difícil, cuando no disponemos de esa libertad. ¡La Deidad condenaría el alzamiento! Por el momento, debemos esperar…
—¿Concédame tiempo, mi reina? “Obtendré las pruebas para los seres divinos”, —afirmó.
Mientras el secretario Mirhog, de aspecto similar al de su tío Fixex, salvo por la edad. Se encontraba en disposición de examinar sus documentos a la espera del resultado de la votación. Esto le permitió escuchar la parte audible de la conversación que mantenían ambas entre susurros, antes de que lady Alldora regresara con un gesto serio a ocupar su lugar entre el resto del consejo. No obstante, la soberana seguía en pie dando la espalda al enorme salón. No podía permitir que nadie percibiera la inquietud en su rostro. En pocas semanas, la incertidumbre se había apoderado de palacio. A medida que se sintió preparada, caminó hacia el trono en forma de herradura, se sentó y ordenó el inicio de la ceremonia.
En aquel momento, ser Neri extendió el pergamino que sostenía en sus manos, observando la expresión de la reina. Era sumamente difícil para él, aceptar la situación en la que se encontraban, la dificultad, y apremiada por su progenitor, aunque él se negara a brindarle apoyo. Por todo ello, cerró los ojos con una profunda vergüenza, antes de comenzar la lectura.
—En el día vigesimoséptimo de Piscis. ¡Tahíriz! La princesa elfa de Turmalina, reina de Hósiuz, recibirá a ser Blazeri Onnei.
—“¡Me siento honrado!”, —dijo él, inclinándose ante ella y observando el consejo, quien parecía juzgarlo de manera distinta.
—¡Esperanza y luz! Alzaos, jinete —le ordenó Tahíriz extendiendo la mano. De pronto, Ser Blazeri comprendió que desaprobaba las nupcias, y le devolvió el saludo, decepcionado, ante la frialdad de su cortesía.
—Ser Lorbéi Onnei, me ha visitado recientemente, y me sentí sorprendida con el encuentro. Aún lo estoy, tanto por el hallazgo, como por el uso que ha decidido darle.
—¡Sobrestimáis a mi padre!, pobre anciano. Más, le complacerá saber que he sido requerido, presumo que para confirmar nuestros esponsales —dijo, mostrándose humilde.
—¡Por el momento no se realizará! Mis consejeros aún están examinando la insólita propuesta, dado que nadie puede solicitar mi mano. ¡Tengo el honor de ser la señora de Hósiuz!, es mi deber elegir un compañero, “o al menos, lo era hasta que rescatasteis esos papiros”, —dijo la soberana con tranquilidad, aunque su mirada albergara recelo.
—¡Todo fue fortuito!, —manifestó Ser Blazeri, desmereciendo el descubrimiento, mientras sopesaba otro camino menos ético para conseguir la gracia de la reina.
—¡Me complace saberlo!, —asintió Tahíriz—. Creo que esa fortuna ha sido la razón por la que el consejero Zeldriz, príncipe elfo de Turmalina, decidió cederos la responsabilidad de custodiar los nombramientos.
Las palabras de la reina provocaron un murmullo ensordecedor entre los consejeros, ya que muchos quedaron absortos e incluso alarmados tras la visita de Ser Lorbéi Onnei… Durante su estancia, había recordado a algunos su cuna, a otros sus deudas con el reino de Édelux, y aquellos sin mancha, la facilidad que tenía para que eso cambiara. ¡Dejando un sabor amargo tras su marcha, con el que se aseguraba el apoyo que necesitaba! A excepción de su hijo mayor, Ser Neri, que estaba dispuesto a perderlo todo por proteger a su reina.
—“Lo haréis”, —le ordenó su padre días antes, golpeándolo fuerte en el rostro.
—No, padre, ¡no lo haré! —manifestó Neri, sin temor, dispuesto a afrontar más golpes—. No usaré el consejo para lograr lo que quieras. Moriré antes de entregar el reino —recordaba Ser Neri cuando coreaba junto al resto de los consejeros:
«El que fue no será para ser el que fui…»
Repetían con orgullo su santo y seña, tras el impactante anuncio de la reina, rindiéndole homenaje al inicio de la votación. El ensordecedor sonido aún retumbaba contra los muros del salón del trono, cuando el secretario Mirhog se levantó.
—¡Majestad! Conforme a lo establecido, hemos observado a los jóvenes de siete de las ocho aldeas de la Foresta. ¡El Bosque Terioense rehusó fiel a su costumbre! Del resto se han seleccionado tres individuos de cada casa.
—Su voto, consejero de la casa Amatista —dijo el secretario Mirhog con un ceño fruncido, como si en nada le afectara el severo rostro del lord.
—Sí, con el beneplácito de su majestad, y de tres grandes casas… Turmalina, Tanzanita y Jaspe, aseveró lord Edisis, perteneciente a la casa de los hombres, que mantenía excelentes relaciones con estas.
Tras escucharlo, Zeldriz Tidartiz, de porte e inteligencia notable, afirmó:
—Los elfos reales de Turmalina lo respaldan.
—Del mismo modo, lo hace Tanzanita —manifestó la consejera Dilhay, en nombre de los elfos mariposa.
—Y la pequeña Ciudadela de Jaspe —aseguró lady Alldora.
—Continúe —ordenó Tahíriz ante un descuido por parte del secretario…
—¿Consejero Zerdeg? —preguntó entonces el secretario Mirhog, que dudaba sobre si el señor de los enanos apoyaría la decisión de las tres primeras casas.
—Los enanos del Bastión Nácar no necesitamos favores —manifestó el fornido consejero, mirando de reojo al secretario Mirhog—. Por consiguiente, ¡mi voto es no!, resta saber si el consejero Vertux nos apoya —inquirió, girando su cuerpo para mirarlo.
—¡Rehusamos! ¡Los duendes de Carmelian están con la Ciudadela Ónix!, —dijo llevando su mano al pecho. Pues ni como padre ni como duende podía olvidar que Ser Neri Onnei había salvado la vida de su pequeña hija Vilaég, arrancándola de los brazos de los mercenarios más temidos de todo Oblig: los Hécat, que procedían de cualquier cuna. Pero con un mismo destino en común, todos ellos marcados por el sello de las Trece Cimas.
—¡Bien! —resaltó el señor Mirhog—. ¡Siete, de seis! La lista de nombramientos es definitiva y queda certificada.
¡Cada día, tras ocultarse el sol esmeralda, del equinoccio, se revelará un nombre!, el acto tendrá lugar a los pies de las ruinas, en la Llanura de los Ocho, y todo esto acaecerá del primer al séptimo día del punto de Aries. El octavo día de este mismo punto, los jóvenes nombrados se convertirán en jinetes del unicornio y serán protectores del reino a través de la ceremonia de unión. Como es habitual, el famoso Aries de transición se celebrará el noveno día.
Los que ya ostentaron el cargo de jinetes del unicornio abandonarán su puesto para ocupar el de consejeros de su majestad. ¡El unicornio permanecerá con su jinete si es el deseo del animal! En el caso de no ser así, entregará su alma a la yeguada. De igual modo, a los consejeros que estén ejerciendo el cargo se les ha pedido que regresen a sus hogares, puesto que las dos etapas han finalizado. ¡Majestad!, —añadió Mirhog y le entregó el documento, ella lo leyó atentamente, y mostró su conformidad al cruzar su dedo sobre él para liberar el poder del crisólito de su cuello, que le otorgaba, entre otros dones, la exclusividad del hilo real. Luego el documento se enrolló sobre sí mismo mientras el sello lo protegía, de modo que solo su destinatario pudiera leerlo o, en su defecto, el texto se disiparía.
—¡Le deseo suerte! —dijo a Ser Blazeri Onnei al confiarle la decisión del consejo—. Cabalgad sin descanso y entregadla en mano al zahorí mayor Vári, sabio guía del pueblo, ¡lo estará esperando!
—Cumpliré mi misión, majestad —afirmó, ocultando la satisfacción que sentía al tener en su poder los nombres de las futuras generaciones de jinetes. Luego se retiró postrándose, aun cuando Tahíriz sabía que los seres como él, nunca lo estaban.
—¡Esperanza y luz, Ser Blazeri Onnei! ¡Que lo ya escrito os guíe!
Tras su marcha, Ser Neri se acercó al consejero Vertux—. “¿Cómo se encuentra nuestra joven Vilaég?”, —dijo sonriendo, pero sin dejar de mirar a la consejera Alldora, quien abandonaba con rapidez el gran salón para dirigirse a su estancia…
Ella sabía que la reina Tahíriz había elegido al jinete Blazeri para saber si formaba parte de lo que estaba pasando.
Mientras, a través de los túneles ocultos, una de las swords se dirigía entre suspiros asfixiantes hacia esa misma estancia, entrando en ella al tiempo que lady Alldora lo hacía por la puerta.
—¡Suprema, perdóneme!, —se arrodilló lady Ayla para guardar silencio ante la mano levantada de lady Alldora que, se mostraba enérgica, fiel a su apariencia.
—En primer lugar, dígame, ¿por qué se presenta alzada ante mí?, hasta donde sé solo le está permitido utilizar el don del cambio, si no es en tiempos de guerra —habló con severidad, temiendo la respuesta.
—¡Se ha producido el cambio! —Anunció la sword, sin mencionar, el fracaso de la misión—. Al final, me pareció prudente que nadie viera que entraba aquí, pues perderíamos nuestra ventaja, no es el aspecto esperado en tiempos de paz.
—¿Por qué no os acompaña lady Ohupa? ¡Responda sword! Responda…
Manuela Sánchez says
14 diciembre, 2023 at 12:41Venga, que esta historia me trae atrapada, gracias por hacer de los jueves un día esperado, solo para leerte cata
Catalina says
16 diciembre, 2023 at 00:00«¡Gracias por tu reseña! Aprecio que te hayas tomado el tiempo para compartir tu experiencia Manuela.»
Katy Núñez