
16 de septiembre de 2004, en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán se disputaba el primer partido de la Copa de la UEFA de un equipo dirigido por Joaquín Caparrós repleto de canteranos, tras varios años lejos de Europa. La ilusión intacta desde aquella celebración en la Puerta de Jerez con los primeros calores del año anterior.
3 de noviembre de 2005, de nuevo en Nervión, cómoda victoria en una liguilla a un solo partido, sin vuelta. Nadie podía presagiar lo que se nos venía…Lokomotiv, Lille, Zenit, Gelserkirchen, Puerta y Eindhoven. La primera, la que parecía que sería la última de nuestras vidas. Era mayo.
Para rematar, David venciendo a Goliat en tierras monegascas al calor del sol de agosto.
5 de abril de 2007. Jueves Santo en La Bombonera, con ingleses y policías cayendo por las gradas, con Kanouté silenciando White Hart Lane después de ver a Palop anotar de cabeza en el descuento allá por Donestk y vistiéndose de héroe bajo la lluvia de Glasgow. La segunda, el doblete que parecía irrepetible, también por mayo.
Sin fechas en el calendario, las desilusiones sin aspavientos de aquella desconcertante liguilla, la victoria corta en Oporto o la decepción vivida en Hannover de aquel equipo sin alma.
19 de septiembre de 2013, con la invasión a Estoril como comienzo de una gran fiesta a la que fuimos invitados de rebote, de la mano de Unai Emery, con un dominio total en la liguilla. El Euroderbi, la noche mágica del 20 de marzo, el repaso al Oporto y el gol de Mbia tras saque de banda de Coke, la peina Fazio… En Turín, tras los penaltis, llegó la tercera, era mayo y parecía que iba a ser la última.
18 de septiembre de 2014, un año después, esta vez en casa comenzaba una nueva aventura por la rebautizada Europa League. Un paseo, a goleada por ronda hasta sufrir algo más de lo previsto en Varsovia. El pase de Reyes fue por mayo y sirvió para conseguir la cuarta, la segunda consecutiva y ya nada parecía indicar que fuese a ser la última.
8 de diciembre de 2015, con el Ramón Sánchez-Pizjuán como escenario eterno, un gol de cabeza de Llorente frente a la Juventus certificaba nuestra despedida de la Champions… y la vuelta a la Europa League. El resto es historia. Un paseo hasta cuartos, donde se nos atragantó el Bilbao y una final frente a un grande de Europa, con remontada y donde el «Never Walk Alone» se convirtió en silencio sepulcral frente al «Cuentan las lenguas antiguas» y a todo el repertorio de los ultras de Nervión. Coke por Mariano. El quinto «Paragüero», el tercero consecutivo, quizás el último de nuestras vidas, también llovía y era por mayo.
14 de marzo de 2019, la debacle de Praga, los intentos de mofas de los acomplejados y eternos soñadores de leyendas inventadas. Un nuevo punto de inflexión. A lo nuestro.
27 de febrero de 2020, de nuevo en Nervión, bajo una intensa lluvia. La pelota se colaba por debajo del portero suplente sevillista y estábamos virtualmente eliminados de Europa. El VAR anuló el gol por mano previa, respiraba el sevillismo y respiraba Bono. Llegó la pandemia, los estadios vacíos, las eliminatorias a un solo partido, Roma, Wolves, Manchester United y la final contra el Inter. Reguilón, Suso, Ocampos, Luuk de Jong, Diego Carlos de chilena a pases de Jesús Navas, Banega… todos eclipsados por los pies y las manos de Bono que se multiplicaron en cada llegada de los rivales. Un muro frente al ManU y salvador en la final que nos dió la sexta copa. No era mayo, tampoco llovió aquel día y ya nadie pensaba en si volvería a pasar.
5 de octubre de 2022, Ramón Sánchez-Pizjuán, goleada del Dortmund a un equipo muy acostumbrado ya a recibir goles sin demasiado demérito propio. Nervión estalla, pide cabezas, el Consejo ya había comunicado antes del partido que Lopetegui, héroe años atrás, no continuaría. El sevillismo le despidió con una enorme, y difícil de explicar, ovación. Los culpables siguieron en el palco, el show en el césped. Llegó Sampaoli.
19 de marzo de 2023, 3 días después de clasificarnos para cuartos de final de la Europa League, la alegría en Getafe. La derrota que lo cambió todo. Los discursos y las estridencias, los papelitos y papelones se marcharon con el gurú argentino. Llegaba la modestia, el trabajo y la alegría. Llegó Jose Luis Mendilibar. Cada uno en su puesto y a jugar.
13 de abril de 2023, la locura final en Old Trafford, que abrió el camino a las semifinales, se culminó con una goleada en el Manicomio de Nervión. Del blanco inmaculado al rojo pasión para entrar en el mes de mayo con otra final en el horizonte, cómo no, con Nervión como testigo siendo un verdadero infierno y la Juventus como víctima del ansia sevillista.
31 de mayo de 2023, Budapest, los irreductibles sevillistas asaltaban el imperio romano de un tal «special one» que huyó regalando su presea plateada. De oro el orgullo en las gradas y el empuje a un equipo que estaba destrozado y al que un viejo vasco vino a darle alma. Fue la séptima, la última y aunque la repetición del penalti entró en junio, sabía a mes de mayo.
En la vorágine de las celebraciones, entre manteos y volteretas, las renovaciones. Jugadores con ciclos más que cumplidos y un entrenador que se merecía otra despedida. Un león dejando a la deriva a un equipo cantando el himno. Con la directiva trincando tras la cortina de humo de un nuevo título, un éxito que escondió todas las miserias de una plantilla descompensada, demasiado poblada y con jugadores sin hambre y de vuelta de todo.
La UEFA, ese veneno dulce que tanto nos ha dado y que, quizás, sea la culpable del desastre de la temporada pasada, que arrastra al comienzo de ésta; a la que ya le sobra maquillaje y le falta vergüenza.
¡Directiva dimisión!

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