La mar, hecha mujer, la mujer hecha de mar. Su cuerpo era de sal, esculpido por el mar, como si las olas hubieran tejido su forma con paciencia infinita, cuyas lágrimas se confundían con las olas, y su piel, forjada por el tiempo y la marea, llevaba en cada grano de arena incrustado de una playa perdida, la memoria de tormentas pasadas y la esencia indómita de su libertad. En cada resquicio de su piel se ocultaba la memoria salina de horizontes lejanos y mareas por desvelar.
El oleaje era el latir profundo de un corazón femenino, un vaivén eterno que, en su cadencia rítmica, revela la esencia inabarcable de su espíritu, indómito y misterioso ora apacible y sereno, ora desbordante de furia contenida y que palpita con la fuerza ancestral de su ser.
Con su abrazo profundo y su voz eterna, guardiana de secretos insondables, siempre en movimiento, siempre libre, acariciando y desgarrando con la misma pasión que la habita.
Su melena bailotea flamenca al compás del viento de poniente, con su aliento cálido y rebelde, enredándose en su melena como amante furtivo, desplegando sus cabellos como pavo real en un vuelo indómito, mientras cada hebra parecía escribir en el aire una historia de libertad y horizonte infinito, y viento de levante, impetuoso y cargado de misterio, agitando su larga melena como una tormenta de sombras y luces, esparciendo su esencia por el aire como si ambos susurros ancestrales tejieran en el aire una sinfonía de libertad, ondeando sus cabellos como hilos dorados que trazaban caminos invisibles hacia el horizonte.
Una noche de principios de otoño, la playa se vistió de bruma, susurros y ecos lejanos de batallas ganadas, donde el murmullo del mar acariciaba la orilla como ese amante deseado y no olvidado, mientras las estrellas, frías y distantes, se pierdan en el lento y silencioso el desfallecer de las hojas arrastradas por la brisa.
Su silueta se desdibujaba muy lentamente entre las aguas serenas mientras el mar la absorbía en su inmensidad, hasta que, en la penumbra, se perdió por completo, convertida en un reflejo fugaz.
Se despidió en silencio dejando recuerdos de su voz, su figura y su carácter por toda la costa…
Años después, los marineros del lugar aún hablan de ella e incluso alguno se atreve a afirmar que la han vuelto a ver nacer en noches de primavera, al subir la marea…
Ricardo Soto says
29 septiembre, 2024 at 16:08Cuánta expresión… me encantó… una frase lleva a la otra y tiene cada una un encanto diferente… hermoso y completo… mucho movimiento… muchas sensaciones…