
¿Y si una distorsión cognitiva se ha convertido en la nueva realidad que abarca la sociedad en la que vivimos? quizás tenga que explicarte primero qué es una distorsión cognitiva, para cuestionarte si vivimos en una sociedad enferma o no.
Tu cerebro intenta llevar a cabo los procesos que necesita realizar de la manera más fácil y poco dolorosa que encuentre. Si para ello necesita adaptar y adulterar la realidad, ten en cuenta que tu cerebro lo hará de manera exitosa para facilitar su función: la distorsión cognitiva entra en juego.
Tú dirás ¿qué tiene esto que ver con la sociedad y estilo de vida que se vive actualmente? vengo a explicártelo.

Dentro de lo que denominamos falacias que conforman diversas distorsiones cognitivas, encontramos la falacia de llegada. Creer que alcanzar un objetivo de tipo material, económico o emocional, será la solución a todos tus problemas y responsable de tu bienestar. Si fijamos todas nuestras fuerzas en conseguir dicha meta y al alcanzarla sentimos que esa sensación positiva se convierte en algo efímero y no permanente, aparece la ira y frustración, la sensación de decepción ante la inexistencia del tan ansiado bienestar que tu cabeza te había vendido tras conseguir tu objetivo.
Si paramos a pensar en lo que consiste dicha falacia y lo que ésta supone en la vida de alguien, no solo repercute en una actitud inconformista e incansable sino además, en focalizar tu bienestar como un ente dependiente de un objetivo externo y no un trabajo integral que parte desde el interior de cada individuo.
¿Entonces, por qué parece que todos persiguen vidas inalcanzables para ser felices? ¿Por qué cuando hablo con las personas que me rodean, me cuentan su felicidad como una serie de escalafones que han de superar? Aquí es donde quiero que pienses si la realidad que nos envuelve se ha convertido en sí misma en la falacia de llegada: “termina el grado, trabaja y paga una hipoteca, coge quince días de vacaciones en verano y vuelve a tu rutina; no tomes ninguna decisión, encuéntrate a ti mismo en un viaje por el mundo y explora lo que te rodea; fórmate en talleres para trabajar tu autoestima y ve a terapia, que tu entorno económico se caiga a pedazos no es lo que más debe importarte…”; claro que puedes sentir felicidad si te encuentras en alguno de estos casos pero, no olvides que lo real es efímero, la adaptabilidad de la que gozamos como individuos es lo que nos asegura la supervivencia ante situaciones desconocidas y nuevas. Si cuando consigas el trabajo de tus sueños, te concedan la hipoteca, termines la terapia o vuelvas de ese viaje alrededor del mundo, sigues sintiéndote la persona más desafortunada del mundo ¿te inventarás un nuevo objetivo?.Bajo mi humilde punto de vista el cual hoy comparto contigo, vivir en una sociedad enferma consiste en que el todo de esta, lo conformen individuos con una baja autoestima acompañado de evitación emocional como lema de vida, sentimiento de vacío más que recurrente y necesidad de sentirse validado a cada paso que uno avanza en su camino. Ser testigos de que el factor común de la inconformidad social sea la autoexigencia extrema y el exceso de perfeccionismo. Si tú también crees de manera objetiva y crítica, que una sociedad enferma consistiría en tener dicha sintomatología, estamos describiendo una sociedad inmersa en la falacia de llegada.
Tu plenitud se encuentra en muchos más lugares que no consisten (solo) en conseguir un objetivo. Si algo tan habitual para tu cerebro como una falacia, se apodera de las riendas del camino que recorre una sociedad como conjunto, deja de ser algo inofensivo y usual para comenzar a ser motivo genérico y común para padecer malestar emocional como forma de vida.
La buena noticia es que en el caso de sentir no querer pertenecer a este circo, existen variedad de opciones para volver a una realidad sana y realista, formas para alejarte de esa idea tóxica que te incentiva a creer que cuando consigas tu propósito te sentirás bien. Me gustaría recomendarte que te despidas del temor al fracaso, hacer de la autocompasión tu mejor aliada y enfocarte en el presente que estás viviendo. Quizás te suene a tópico, pero qué verdad tener en cuenta que el proceso a veces es más placentero que el resultado como tal. Centrarnos en metas realistas y que se adapten al entorno que nos ha tocado vivir, crear las condiciones necesarias para prosperar de una manera integral y no sesgada. Tal vez reconocer y validar tus emociones mientras celebras pequeños logros, te ayude a posar los pies sobre la tierra.
El bienestar va mucho más allá de esos chutes efímeros de felicidad que tu cerebro y la sociedad buscan. Estamos a tiempo de escoger un camino más incómodo a la vez que fructífero y realista a largo plazo.
¿Seguirás prefiriendo focalizar tu bienestar en objetivos externos o de lo contrario afrontarás que dicho constructo reúne infinidad de caminos que recorrer para conseguirlo?

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