
Sandra tenía 14 años. Catorce. Y se ha quitado la vida porque tres “compañeras” sin valores, sin educación y seguro que sin castigo, decidieron convertir su día a día en un infierno. Tres niñas “jugando” a ser verdugos, a pagar sus mediocridades con una cría indefensa y un colegio entero mirando hacia otro lado. Enseñar sin duda, no es to verbo que mejor se conjuga allí. Sevilla, otra vez, cubierta de flores que llegan tarde.
Esto no es un suceso, es una condena colectiva. Es el retrato de una sociedad cobarde donde los profesores “no vieron nada”, los padres “no pudieron hacer nada” y las instituciones “lamentan profundamente”. Lamentar no sirve de nada cuando una niña está muerta. Lamentar es el verbo favorito de los inútiles.
Sandra se fue con marcas de intentos anteriores, de lágrimas a escondidas y la valentía infinita de la que ya no puede más y decide decidir en su propia vida. Maldita decisión.
Los mismos que se llenan la boca con palabras como convivencia y educación emocional son los que luego callan para no complicarse la vida. Porque aquí todo el mundo quiere paz, pero nadie quiere problemas. Y así se mata. No con cuchillos, sino con el desdén, la risa, el rumor y la indiferencia.
El bullying no es un juego. Es tortura psicológica sostenida en el tiempo. Es un linchamiento con uniforme escolar. Y mientras los adultos seguimos debatiendo protocolos, las víctimas se van quedando en silencio, una detrás de otra, con una cuerda o una ventana como única salida.
Los tres nombres que atormentaron a Sandra deberían estar ya fuera del sistema educativo. Y los que lo permitieron, sin excepción, inhabilitados para pisar un aula. Pero no pasará. Porque en este país y esta sociedad de borregos se protege más a los agresores que a las víctimas. Porque seguimos confundiendo educación con trámite y escuela con guardería.
Sandra no ha muerto: la hemos matado entre todos. Los que callaron, los que fingieron no ver, los que se encogieron de hombros, los que solo publican un tuit cuando el cuerpo ya está frío.
¡Qué ironía!
Y ahora vendrán los minutos de silencio. Más silencio…
Más silencio para tapar el silencio que la mató.
