
El Real Betis Balompié firmó una victoria de las que se disfrutan, de las que valen más que tres puntos. Ganó 1-2 al Espanyol en Cornellà-El Prat tras remontar un partido que empezó cuesta arriba y que terminó con un héroe inesperado: Pau López, el ex perico, que detuvo un penalti en el descuento para sellar un triunfo enorme.
El encuentro comenzó torcido. Pol adelantó al Espanyol con un buen disparo tras una pérdida en la salida bética. La primera parte fue floja del Betis, sin ritmo, sin claridad y con demasiadas imprecisiones. El equipo no terminaba de encontrar el sitio, y el conjunto catalán lo aprovechó para dominar los primeros 45 minutos. Aun así, el Betis se mantuvo con vida, sabiendo que aún quedaba tiempo para reaccionar.
Y la reacción llegó tras el descanso. Pellegrini tocó lo justo, pero el cambio fue mental: el equipo salió con otro aire, con otra energía. El empate llegó con un cabezazo imparable de Cucho Hernández, tras un centro medido de Ricardo Rodríguez que recordó a las mejores jugadas de manual. Ese gol cambió todo. El Betis empezó a mandar, a creer y a empujar al Espanyol contra su propio campo.
El segundo tanto fue pura velocidad y fe. Pablo Fornals, que firmó un partidazo en la medular, filtró un pase brillante que dejó solo a Abde, y el extremo marroquí, en una de esas galopadas que levantan a la gente del asiento, cruzó el balón para poner el 1-2. El Betis había dado la vuelta al marcador con fútbol, carácter y convicción.
En los últimos minutos, el Espanyol se lanzó con todo y generó peligro por las bandas, con centros laterales que exigieron a la defensa. Pero Natan y Valentín Gómez estuvieron imperiales, firmes en cada duelo, atentos a cada corte. Y cuando el árbitro señaló un penalti en el 97’, el corazón se paró en todo el beticismo. Cuado lo tiró, pero Pau López voló a su izquierda para detenerlo y convertirse en el héroe de la noche.
El pitido final desató la locura. El Betis se llevó tres puntos de oro, se coloca momentáneamente cuarto en la clasificación y afronta el parón de selecciones con la tranquilidad del trabajo bien hecho. Un triunfo de carácter, de resistencia y de alma. De esos que refuerzan el grupo y recuerdan que este equipo, cuando cree, es capaz de cualquier cosa.
