¿Niños nos vamos a la Velá?
Cuánto añoro esta pregunta ¡sí la añoro porque yo tuve la gran suerte de haber nacido en esta parte del río, en este trozo bendito de tierra llamada “Triana”!
Cuando llegaba la Velá, nuestra feria, casi todos los chavales de Triana, raro era el que de una forma o de otra, no participaba de dicho acontecimiento.
Cuántas broncas nos llevábamos de nuestros padres por llevar la ropa mojada a casa y que descubrían nuestra presencia en el río.
Cuántas veces debajo mismo de la Capillita de la Virgen del Carmen y siempre, ojo avizor, nos quitábamos las camisas y las escondíamos mientras nos pegábamos un chapuzón en nuestro río.
Algunos más atrevidos nos subíamos al barco para intentar la gran aventura de coger la tan difícil bandera; otros se conformaban con pegarse un remojón lo más cercano posible al barco.
Disfrutábamos de los campeonatos de fútbol que hacíamos en las calles, que por aquel tiempo afortunadamente no había el trafico que existe hoy.
De las carreras pedestres que se organizaban alrededor de la antigua estación de Córdoba en la Plaza de Arma y que llegaba hasta bien entrada lo que hoy conocemos como la Expo, para terminar en la inigualable plaza de Chapina. De los concursos de pesca que había en el río, donde se podía apreciar el arte que había con las cañas. De cómo disfrutaban nuestras madres, participando con el arreglo de nuestros patios para intentar que fuera el más hermoso y vistoso del barrio, con sus cientos de macetas rebosantes de bellos y coloridos geranios y con el embriagador perfume del jazmín.
Al llegar la noche, la alegría, se desbordaba en las calles donde casi todo el mundo salía a respirar ese ambiente tan especial que tienen nuestras calles, y de camino aliviarnos un poco del calor tan sofocante que padecíamos en nuestras casas.
Unas familias con más y otras con menos, pero raro era no acercarse a la calle Betis y degustar esas sardinas asadas, acompañadas con esas fresquitas cañas de cerveza.
En cualquier taberna, podíamos saborear el pescaíto frito y las fantásticas tortillitas de camarones.
Y como no podía faltar el embrujo de esta tierra, raro era no escuchar ese ¡quejío gitano! Interpretando un martinete de los antiguos de fragua y que hacía mover el sentimiento de algún payo que nacido en esta parte del río, contraatacaba con una soleá de Triana, cante que hace que el corazón se pare por momentos impregnado de intensa emoción.
En la Velá todo era posible y maravilloso.
Del atardecer junto al río, donde las sombras de los recuerdos se asoman entre sus aguas.
Donde los aros de nuestro puente se hacen barquillas de pescadores queriendo revivir su pasado.
Del antiguo corral que está dormido y que intenta despertar de su letargo.
De todo aquello que fue y que nos viene a la memoria cuando vemos algunas salamanquesas junto a la luz de algún farol que alumbra nuestro pasado y que llevamos con tanto orgullo en el corazón.
Todo un mundo maravilloso de anécdotas que los duendes trianeros reviven cada año a su manera, para que sigamos siempre disfrutando de los “días señalaítos de nuestra Velá.
miriam says
21 julio, 2011 at 13:22Me gusta niño del zurraque, haber cuando un día comenta algo sobre el bar de las codornices, ¡anda que no están buenas! y los años que tiene el bar. Y el bar de las Golondrinas, el antiguo, no el nuevo, ¿tenía arte el dueño?, que barbaridad que tiempos aquellos.
el filosofo says
21 julio, 2011 at 17:48Que grandes los pajaritos del Ruperto….y sus montaítos de pringá!!
Mayte says
22 julio, 2011 at 21:37La Miriam de antes no era la real, sino su padre, como el Niño del Zurraque habrá podido entender por los comentarios haciendo referencia a un pasado que ella, por su edad, no conoció.
Ahora sí soy yo, Mayte, la que comenta de verdad…. Tristemente no he ido a la «velá» tanto como quisiera, yo la considero la feria del barrio de Triana, y creo que así es y que estoy en lo cierto a juzgar por tus palabras y por tus recuerdos. ¿Sabes una cosa que me haría mucha ilusión que me regalaran alguna vez?? Y no sé si en la Velá sería posible encontrarla?? Una moña de jazmines… sí de esas que vendían las gitanas con la canasta en el cuadril. Eso siempre me recordó a Triana, no sé por qué. Supongo que por todo lo que encierra la moña de jazmines…ese aroma especial, ese tacto especial, esa vistosidad única, ese inconfundible rastro que dejaba a su paso por las terrazas o veladores de Sevilla, mientras la gitana pregonaba….
Si alguna vez alguien encuentra quien venda una moña de jazmines, sería un regalo precioso que me encantaría!!!! jejeje
Un beso tito. Me ha encantado!!!!