Aunque me duela quiero hacerlo, quiero salir a la calle, quiero sentir de nuevo el Sol en mi cara, la brisa del viento de invierno que corre por las calles de mi ciudad. Quiero oler los aromas que me regalan los kioscos de chucherías, esos que siempre me alegraron la tertulia contigo. Quiero seguir sonriendo todos los días, como a día de hoy lo hago, pero esperando que sea sincero. Quiero sentir el calor de un hogar que sea mío, ponerme mis zapatillas y andar tranquilo hasta asomarme al balcón y ver el transcurrir de la calle. Quiero abrir mi ventana y que entre aire fresco y que el polvo de mis recuerdos salga por la puerta guiado por la corriente de mis buenas intenciones.
Tengo muchos miedos, y tú lo sabes, tengo miedo a la soledad, no a la que busco en favor de mi libertad, sino a esa que te atrapa y no te deja disfrutar de los días junto a una sonrisa enorme en tu boca. Me asusta el caer de una rama, el paso por el hogar de una araña, el sentir un soplo ausente en la oscuridad de la noche y mucho más el encoger de mi alma, de mi alma asustada. Tengo miedo a pasear por ese barrio que sin ser mío ni yo suyo me trató con el cariño de una madre que adopta con amor y devoción a su hijo. Siento pena cuando escucho el sonido de un acordeón, sea en la ciudad que sea, y siento que cada paloma callejera me trae un poema que me habla de un amor en una ciudad eterna. Ciudad vista desde arriba, como en miniatura, o vivida desde dentro siendo nosotros los dueños con tamaño insignificante. Quiero sentirme protagonista de un cuento, aunque haya otros que llamen más la atención y se erijan como protagonistas sin serlos. Quiero cantar esa canción, en el sitio exacto, donde sonó preciosa en aquella película que aunque nunca la vimos juntos, la compartimos en nuestras vidas.
No puedo estar más tiempo en esa estación por la que ya no pasan trenes que dejar pasar para alargar mi estancia contigo, ni puedo comprarme otro billete que me saque de ella. No puedo mirar atrás sin esbozar una sonrisa como tampoco puedo vivir el presente sin terminar de sonreír. No puedo parar de pensar que te veré en cada esquina de mi vida, en millones de gestos y momentos vividos. Y que gracias a ellos seré feliz y disfrutaré los venideros como supe vivir los pasados. Sé que nunca te irás de mi pensamiento ni mucho menos de mi corazón, pero no creo que eso sea obstáculo para mi felicidad. No lo creo.
Aunque me duela y tenga muchos miedos, no puedo estar más tiempo…
ÁS_FdN
el guerrero says
14 diciembre, 2011 at 02:49No puedes estar más tiempo…
celia says
14 diciembre, 2011 at 11:54precisoso el articulo y lleno de sentimiento, como siempre sueles hacer. No olvidemos que el ser humano no debe de olvidar lo vivido, pero eso si, no creer que eso fue lo mas maravilloso y que se acabo todo, que no volvera a ver mas esos momentos, esos no desde luego, pero muchos iguales, mejores o parecidos sí. Hay que seguir cogiendo trenes, abriendo puertas y mirando para adelante siempre, lo que hemos dejado atrás, está dejado y lo tenemos que tener de referencia para nuestra vida, pero nada mas. Miedos en la vida, no hay que tener, sí mucha precaucion con todo, fijate con todo, pero miedo no, eso te impediria actuar muchas veces y, ademas el miedo es muy feo. La precaucion es de personas, como dice papa, con la cabeza bien amuebladas. Mucho animo para simpre salir adelante. Besos
Comodoro says
16 diciembre, 2011 at 12:06No….no puedes, te lo prohibo, te lo prohibe la vida…
De cualquier manera, un fuerte abrazo y ….. VAMOSMISEVILLA!!!!!!….este fin de semana no podre estar y espero que no se repita lo de la ultima visita.
Desde aqui e imagino que a ti te pasara igual, los triunfos GolNorteros, se gritan mucho mas profundamente…subidon de rojez por las venas
Abrazo