¿Cuántas veces nos ha pasado que hemos planificado un asunto, y así sin darte cuenta todo se ha conjurado para que se vaya al traste?
¿Cuántas veces nos hemos lamentado por hacer unos planes exquisitos y se te pincha una rueda, te da un dolor o simplemente se alinean los planetas más recónditos de cualquiera de las constelaciones que ni conocemos para fastidiar dicho evento?
Pues sí, hoy, ahora mismo -cuando leas esto ya no me estará pasando, evidentemente…- me está pasando. El plan no era tampoco un viaje a ningún hotel de la costa de cinco estrellas, ni una cena en el mejor de los paradores, pero era mi plan. Algo que me apetecía hacer y que sólo hoy podría realizar en las condiciones aptas para aprovechar tal ocasión. Pues nada…
Qué coraje más grande tener todo bien atado y que a última hora, algo que parecía lo más fácil de arreglar, te trunque una velada curiosa…
Cada vez que ocurre esto me paro a pensar, botellín en mano como tantas ocasiones con el Filósofo, y la conclusión es que no se puede planificar la vida.
Hay que aprovechar las cosas tal cual vienen y pensar que no hay mal que por bien no venga. Al mal tiempo buena cara y una Cruzcampo helada para olvidar posibles desavenencias…
Sean felices y disfruten hasta de las ocasiones fallidas.
Deja una respuesta