Duros días de trabajo, duros días de redes sociales, duros días…
El estrés del día a día, de un móvil que no para de vibrar a todas horas, de un ordenador que echa humo, de un evento que se aproxima, del tratar de aparcar en un barrio con más coches que vecinos…
Todo se paraliza cuando decides buscar cobijo debajo de una sombrilla. Un ratito de coche, el coche cargado sólo con lo justo, una mochila, una nevera y mi sombrilla.
Llegas, y el mundo se para a tus pies. Sólo el rumor de las olas que van y vienen, sólo el cantar de las gotas de agua que se suman con otras para creas la marea…
El móvil en silencio, sin vibrador, sin tarifa de datos ni wifi. Guardado en una funda, dentro de una mochilita, dentro de una mochila más grande consigo evitar acordarme de él.
Mis dolores de cabeza se pasan, mis pensamientos se apagan y consigo no pensar.
El perderme en el horizonte y en el dulce vaivén de las olas sólo se corta para comerme un bocata de chorizo al mediodía. Entre sueño y sueño una mirada a la mar para comprobar que todos seguimos en nuestro sitio; el horizonte, la arena, las olas, mi sombrilla y yo…
Pasan los segundos y consigo disfrutar del suave viento que golpea mi melena pero sobre todo, de ese silencio, esa paz, esa calma que tanto necesitaba…
Mi día de playa ha surgido el efecto esperado. Cuando acaba el día, el cuerpo está cansado de sol, arena y mar, como la canción…llegas a casa, cenas y el placentero sueño de la noche hace el efecto definitivo… Todo es paz a tu alrededor.
Lástima que al día siguiente, los edificios te devuelvan a la cruda realidad…
Que paz más placentera, cuando tras duros días de trabajo y obligaciones llega el relax, la sensación de haberte merecido ese descanso y disfrutarlo hasta caer rendido de cansancio…
Y ya se sabe…todo lo bueno se acaba!!!
saludos!!!