Una carta, un pañuelo y un regalo…
Tres palabras un mismo gesto y mucha gratitud en dos personas; lo que yo llamo hacer hermandad.
Os cuento por encima la historia; llega un día, normal para todos, especial para unos pocos y especialísimo para otros elegidos a los que le llega el día. El primer día esperado.
La entrega de la «medalla de bronce» es un Acto muy especial, aunque muchos no le den la importancia que realmente tiene. Digo de bronce porque no conozco caso que haya aguantado el tirón de 25 años tras su «medalla de oro»…
Pues uno de estos atletas de fondo va y pierde su tan ansiada medalla; y empieza la historia…
Ambos dos, nos ponemos en contacto, me cuenta lo acaecido y le digo que no se preocupe que no creo que sea muy complicado. Cierto es que no tiene ningún mérito mi labor ya que solo me dedico a gestionar el tema para que se llegue a buen puerto.
Una niebla intensa se levantó y no veíamos puerto de ninguna manera. Cambiamos de embarcación, de capitán, e incluso de grumetes, pero no avistábamos tierra.
Pero como en esta vida todo llega, un último tirón de las maromas nos hizo retomar el sendero de la gloria y allí estaba nuestro premio.
Su premio, el poder reencontrarse con algo tan ansiado por él; el mío doble: el primero por hacer feliz a una buena persona, el segundo porque me hizo un regalo que jamás olvidaré. Algo entrañable se escondía en aquel presente. Una carta negra, con dos líneas perpendiculares y un escudo a modo de sello; abertura con un belcro de lo más corporativo; Dentro un díptico de cartulina negra con un Gracias enorme en blanco. Cuál fue mi sorpresa al ver lo que protegía dicha cartulina…
Una carta, un pañuelo y «El Grande» en él…
Gracias a ti, Juan Carlos, por el presente.
Comodoro says
20 noviembre, 2012 at 12:03Esto se llama hacer Hermandad…y sale solo, nadie te lo enseña…se siente y se ofrece…
el filosofo says
20 noviembre, 2012 at 21:11Esos hermanos buenos…