No son buenas horas para escribir, no lo son, pero la noche que acaba de dar paso a la mañana que estamos viviendo ahora mismo, ha sido de perros y tengo la necesidad de liberar mi tensión. Y para que engañarnos, una forma de no quedarme dormido.
Todo comenzó sobre las doce y poco de la noche cuando decido que es buena hora para ingresar en el cuarto. Me siento delante del iMac y empiezan a caer los minutos cual ciclista que le llega el tío del mazo y no remonta las duras cuestas que debe afrontar abres de coronar cualquier puerto de montaña del Tour.
Varias historias por resolver y que dejé medio encarruchadas a altas horas, para que la semana empezara por el cauce debido. Y aquí empieza la fiesta…
Preparo mi cama, balcón abierto, fresquito estupendo el que entra, cojo la radio y no tiene batería, primer rollo. Tengo que enchufarlo y empieza a sonar La Rosa de los Vientos.
Una vuelta, otra, otra hasta que parece que Morfeo aparece. Pues no, una patrulla de la Policía Nacional a eso de las tres coge un megáfono y para en la esquina de mi calle a una patulea de las que empiezan a organizarse en el barrio. Las luces del coche policial se metían en mi cuarto y el azul y el rojo formaban parte de la decoración.
Se marcha la Policía y puedo conciliar un pequeño descanso que no sueño profundo. Mis ilusiones…
A los quince o veinte minutos, media hora a lo sumo, otro sobresalto y este de los gordos. La puerta de un coche se abre y se cierra. El primer segundo no fue alarmante. El segundo ya sí. Mi cabeza, que vive pegadas a los barrotes de mi balcón, con mis ojos al frente, ve a tres negros apoyados en mi coche. Automáticamente mi cuerpo fascina y me pongo en modo búho. Mis ojos se salen de las órbitas y mi votación se acelera por si tengo que actuar. Los negros se pasan un sobre y se marchan… Por suerte mi coche no les interesaba lo más mínimo…
Pero claro, con este subidón a ver quién es el guapo que vuelve a coger sueño…
Entre pitos y flautas eran las cinco de mañana y a las ocho y cuarto suena el despertador. La radio sigue sonando, la apago y cierro los ojos tratando de descansar, al menos, tres horitas.
Pues al parecer funcionó porque mi padre, en uno de sus momentos, abre la puerta de mi dormitorio quince minutos antes de lo establecido en mi despertador, con el tacto que le caracteriza, y me levanta de muy buen humor…
La ironía ha tratado de distraer mi carácter actual, que como comprenderéis, no es el óptimo.
Para rematar la fiesta, llego a casa de mi alumno y este, para no variar, se ha dedicado desde el jueves, a rascarse las gónadas, con lo cual ahora está empezando a hacer la tarea…
Tengan buen día, buena semana y no me llaméis a la hora de la siesta porque la de hoy promete…
el guerrero says
15 julio, 2013 at 17:25YA???? no