Día de relax el que os presento. Nada como un día de playa al final de un acantilado.
Llegar, caminar, encontrar ese lugar, el de hoy. La arena debe estar perfecta, sin un montículo extraño… Lo que se dice el lugar perfecto. Al menos para hoy.
Plantar la sombrilla ya no es lo que era. Ahora hay artefactos analógicos que hacen agujeros perfectos donde ensartar el mástil de esa bandera especial con forma cónica que nos protege del sol.
Echas las toallas a ese rincón perfecto que has encontrado hoy y a disfrutar de todas las externalidades positivas que hay a tu alrededor, véase brisa, silencio, olas…
Tras largos meses de duro esfuerzo, un simple día de relax te puede servir para desconectar de tal manera que, ni siquiera recuerdes el día de ayer. Oír el aire, escuchar lo que te dicen las olas cuando se funden en un abrazo con la orilla…
Esto es lo que siento en este precioso y preciso momento. Post escrito bajo la cortina protectora de esa bandera especial, mientras la marea sube amenazando mi fuerte comanche de paz. La brisa mueve mis manos que, sin ningún atisbo de nerviosismo, traza elegantes curvas que terminan plasmando este texto que estás leyendo.
Como testigo de lo que os narro, una pared arcillosa que delimita la realidad del día a día, con la real ficción del momento.
Las gaviotas vigilan este texto. Mientras, medito sobre la vida y sus altibajos…
Altibajos, marea alta, marea baja…
el filosofo says
9 septiembre, 2013 at 16:26Un día por aquí, otro por allí… que maravilla!! Relaxing cup o café con leche… jajajaja