Días de visitas en habitaciones compartidas, ambiente tenso. Alrededor tuya, tu familia. Todos dándote ánimos y cariño, mucho más no podemos, mucho menos no queremos.
No te rindas, que no estás solo. Aprieta fuerte el puño, frunce el ceño y agárrate con fe a la barandilla de la vida.
No te agobies, no ganas nada. Lo que sea que venga, vendrá sin tu permiso, pero ayúdanos a cerrarle las puertas, a entablar las ventanas.
Que entre el sol de la primavera y riegue tu otoño, que pase el invierno entre nosotros, siempre quedará el verano en los recordatorios.
Sonríe con ganas, enseña aunque sea una leve mueca lo feliz que eres; quéjate, por supuesto, pero que no se enteren.
Lanza besos, los directos y los que llevan remitente. Todos valen, todos cuentan, pues puros salen y alegres llegan.
No te rindas, que estás tú contigo, y aunque tuya es la batalla, juntos celebraremos tu victoria.
Yo, me alegraré con volver a darle la mano la próxima vez, como siempre con un hasta luego en mis labios.
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