Pues sí, así de radical, es lo que hay.
Tarde de un domingo de fútbol, me pego 20 minutos buscando un aparcamiento adecuado, digno y que sea legal. Hasta aquí todo normal…
Salgo del partido y me encuentro con la grata sorpresa de que tengo un papelito en el limpiaparabrisas de la luna trasera, indicio de que algo le había pasado a mi coche.
Llego a su altura, me pongo a mirar y, como cabía esperar: un porrazo. Lo típico de cuando aparcas el coche en la calle y tienes la mala suerte de que tu coche se cruce -aunque esté bien aparcado- con un conductor con mala sangre. Posiblemente su madre se dedicara a hacer la calle o su padre no tuviera lo que tiene que tener porque -y a las pruebas me remito- no solo me golpea el coche, sino que el dichoso papelito incluye, supuestamente, un teléfono y un modelo de coche que no es, insisto supuestamente.
¿Cómo sé que no es el número ni el coche? Supuestamente la persona al otro lado del Whatsapp, porque las dos llamadas telefónicas nunca las cogió, dice que me han dado un número equivocado y que él no sabe nada del asunto y que no lo moleste más…
Si es o no es, lo mismo nunca me enteraré, o sí, porque la persona encargada de gestionarme el seguro se ha preocupado cero en el asunto, lo cual le va a costar perder el seguro de dicho coche, muy posiblemente.
Lo dicho: mi coche con un rasguño trasero, y un/a hijo/a de la madre que anteriormente he descrito suelto en la calle vanagloriándose de su acto del más absoluto civismo. Sí sí, civismo: esa cosa que se les supone a las personas que conviven con otras…
el filosofo says
6 marzo, 2014 at 13:00Seguramente haya hecho el paripé porque alguien le habrá visto dar el porrazo. Y pone el número falso o simplemente el suyo pero ahora pasa de dar la cara. Una pena, porque para qué se pagan seguros? para hacerlos ricos y que no paguen en estos casos? lamentable…