Pasada la Natividad, y no me cuestionen esto porque han colocado unas luces laicas extravagantes justo debajo del rincón donde placidamente descansaba hasta su colocación, y sin que tampoco cuestiones las mías creencias, aquí me encuentro consternado, filosofando con un libro de mitología y dispuesto a debatir con usted que me lee.

Comencemos por hablar acerca de esos libros donde sus hazañas fantásticas se cuentan por miles en el interior de relatos tan simples como una buena persona nacida, de manera extraordinaria, de otras dos buenas y sencillas personas aunque una al final sea Dios. ¿Padre Dios y madre terrenal? ¿Tal vez un semidiós?
Según las mitologías clásicas, a través de sus mitos se explicaba su origen y su cultura. ¿Acaso Dios no fue el Creador de todo lo que conocemos y nuestra cultura es eminentemente religiosa?
Te ocurre algo inesperado en la vida con tintes positivos e incluso no negativos y exclamamos suspirantes: ¡gracias a Dios!
¿Acaso fuera de nuestra cultura, ese Jesús tiene algún tipo de valía? Sigan sumando características…
¿Cuando usted habla de mito o de alguna historia mítica, no piensan en algo grandioso, histórico, para el recuerdo? ¿Épico tal vez? Pues eso…
Si mal no he entendido mis constantes lecturas del Nuevo Testamento, sí, no se asombre, como ya os expliqué, este mendigo es empedernido en vivir sin lastres y en la lectura, Jesús, el Mesías y puede que el mito, nos habla de la vida y de la muerte, de esta vida y de la otra, cuestiona el Imperio y a los que le rodean y sus parábolas sobre el bien y el mal son constantes, por no hablar de la que le lio a los mercaderes…
¿Hablamos de milagros? ¿Poderes mágicos? ¿De otro mundo? Tal vez todo congenie en una bolsita de polvos mágicos que llevaba consigo y espolvoreaba a su antojo o necesidad delante de muchos para asombrar con su “magia”, mágico poderío de procedencia olímpica.
Dicho todo esto, debatan y rebatan si pueden y quieren. Yo, mendigo a ras de suelo por decisión personal, seguiré los pasos de Jesús de Nazaret y abandonaré palacios de increíbles construcciones con majestuosas columnas, oros y riquezas, vestidos ceremoniales ejemplares y seguiré filosofando en la calle, entre cartones, no haciendo el mal y guardando aquello estampa que me regalaron de pequeño.
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