Levantarse por la mañana, temprano o tan tarde como te pida el cuerpo, sin prisas, sin gritos, sin murmullos insolentes que no te dejen disfrutar de tu café a solas, ensimismada en tus pensamientos sin querer escuchar nada ni a nadie más… Mi mañana perfecta…
Encajarme unos vaqueros con una camiseta y las deportivas, recogerme el pelo y sin pintarme, salir a la calle detrás de unas gafas de sol para evitar especulaciones, sentarme en una terraza, al fresquito de la mañana, pedir el desayuno y mientras lo disfrutas, abrir ese libro que te tienen enganchada y que aprovechas para leer en cualquier ratito que tengas. Saboreas el segundo café de la mañana con una tostada, sin prisas, sin pausa, sin pensar en lo que te queda por hacer, simplemente lo disfrutas… Mi desayuno perfecto…
Te diriges sin rumbo a un sitio concreto y sin intención de llegar a ninguna parte, paseas observando a todo el que pasa por tu lado… Expresiones, formas de andar, y cobijada tras mis gafas me permito el lujo de reír o criticar en voz baja, con un lenguaje egocéntrico explícito que nunca he llegado a perder y que me hace afianzar esos pensamientos que nadie verbaliza, pero tú si… Mi paseo perfecto…
Toca parar de nuevo, y te sientas en cualquier plaza con encanto para tomar en tercer café, disfrutando del olor a los naranjos, de los personajes que divagan en la mesa de al lado, mientras tú tomas notas mentales. En la mesa caen algunos jazmines y ese olor te transporta inevitablemente a tu infancia entre moñas de jazmines…
Emprendes la vuelta a casa, y hoy no se almuerza, te das el capricho de comer lo que te apetece a la hora que quieres, pones la tele para que te haga compañía, hasta que su incesante sonido se hace insoportable para tus oídos y la apagas de nuevo para seguir con la lectura, tirada en el sofá hasta que el sopor se convierte en sueño y tu mente descansa… Mi siesta perfecta…
Despiertas poco a poco y vas directa a la máquina de café, hay que espabilarse, tienes ganas de hacer algo, pero la desidia te puede, hoy no hay que mirar los rincones ni las camas, hoy toca desconectar. De nuevo te enfundas en los vaqueros y sales a la calle, por donde te apetece, aunque sea el camino más largo, y vad a mirar tiendas, te relaja esa actividad, aunque no compres, el simple hecho de ver lo que se lleva, los colores, en definitiva la moda, te hace feliz… Mi tarde perfecta…
Y cuando llega la noche continúas con tu soledad elegida a conciencia, y te tiras de nuevo en el sofá, con tu pijama de verano, disfrutando de una buena peli o alguna serie recomendada hasta que el sueño te rinde y amaneces hecha un cuatro en el salón… Mi noche perfecta…
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