El cuerpo machacado, pero no más que el alma, el dolor agudo, sin tregua y sin descanso, cardenales en el corazón, en cada hueso, cada músculo y en cada sentimiento.
No sirven los analgésicos, ya no hay esperanza para el enfermo.
Necesita curación desde las entrañas, que corra por el torrente sanguíneo hasta alcanzar cada punto de dolor escondido.
No es terapia, es comprensión, empatía, conexión sincera, verdad sin tapujos, a pecho descubierto. Confianza plena y sin fianzas, desahogo sin medidas… Oír al sufrimiento y disfrutar con la mejora, reír sin barreras y secar las lágrimas.
Respiración agitada porque el final no llega, porque el comienzo se demora, y sin embargo el deseo de llegar a la meta llama incesante a la puerta de la vida.
Es el instinto de supervivencia, el que se alimenta con el crecimiento, divagas sin pensar en nada, y te asientas en el remordiento.
Comprensible todo… El miedo, la ira, el coraje, el valor y la esperanza, esa que nunca se pierde sino que crece como las brasas.
Llegará la curación deseada, la sanación de cuerpo y alma, la aceptación de una realidad no deseada.
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