Pasión.
La Veracruz es «mi hermandad» de toda la vida.
Aunque nunca me inscribí.
Pero es la de «mis amores».
Pasión he tenido yo siempre por esas imágenes.
Cuando iba a comprar el pan a la panadería de Paco, siempre cruzaba la calle para mirar al Cristo.
Tendría 7 u 8 años.
Me flipaba a su cara morena y cada una de sus llagas y sus luces y sombras y sus ojos cansados….
Me atrapaban sus piernas vencidas, sus rodillas flexionadas, sangrantes y esa corona de espinas…
Pasión, simple pasión.
Lo emocional siempre vence a lo estético.
No creéis?
Cada vez que paso por la puerta de la iglesia que le da cobijo, una fuerza irresistible y ancestral me absorbe desde dentro.
Y no me resisto.
Y entro.
Y me acerco al altar y me arrodillo.
Y le vuelvo a mirar la cara, las llagas, las piernas,…y mi pensamiento se vuelve saeta…
«Porque en esa cruz!!!!!
Porque en esa cruz!!!!!
Ayyyyyyaay!
Ayyyyyyaay!
Ayyyyaaaaayyyyy!
Porque en esa cruzzzzz!….»
Y escucho los tambores procesionales…
«Pon, porrómmm.
Pon, porrómmmm.
Pom, porrómmmmm…»
Y las cornetas…
«Naaaa, na, naaaaaa.
Nananananá, naná…»
«Pon, porrómmm.
Pon, porrómmmm.
Pom, porrómmmmm…»
Y de nuevo, toda esa angustia, esa pena de no tener respuesta a esa pregunta, vuelve a mi alma reconvertida en una niña que mira al Cristo con una barra de pan en la mano.
A mis hermanos les producía miedo.
A mi me llenaba de amor.
Y sigue …
La historia sigue con mis 15 años.
Pero ese relato….ese relato lo dejo para otro día.
Lo dicho…
Pasión, simple pasión.
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