
Sevilla, el reino de los contrastes, de luz, de la alegría desmedida, del color albero, del volante y el lunar.
Sevilla, el reino que todavía recoge hábitos, elimina restos de cera penitente y guarda estampas en el cajón de los recuerdos. La de la bola de cera heredada hasta el año que viene, la del cíngulo anudao, la de la faja apretá, la de las trabajaderas, la de las revirás con elegancia, la que camina sobre los pies, la que mece a María en sus barrios.
Sevilla, siempre nazarena, lleva dos semanas combinando lo negro del ruan con el rojo de su lunar. Traje colgao que caigan las arrugas al mismo compás flamenco que se animan los volantes. Bendito vuelo al girar…
Y llegó el día, la noche más radiante, la del Alumbrao de mil colores, millones de sensaciones y billones de abrazos de verdad. Porque dicen que los niños y los borrachos nunca mienten como nunca lo hace un abrazo en una caseta del Real.
“Vaya rollo la Feria de Sevilla que no tengo donde entrar”, escuchaba atónito el otro día en una madrugá. Y este Rey Santo pensativo, promulgó para sí mismo: “si no tienes amigos en Sevilla, ¿para qué vienes? ¿Para hacer fotos?”
Perdonen pero es hora de reivindicar; Sevilla en feria es para los sevillanos y la cohorte de familiares y amigos que se dejan alumbrar en nuestras casas efímeras. Solo es una septenaria, aunque no una semana más.
Mi hogar catedralicio vira a rayada. Lonas, rayas caen en un espacio piramidal que ya quisiera Tutankamon haber nacido en Sevilla. Curioso que envidie al Pali un histórico faraón.
Farolillos que alumbran, cristal que contiene vino, tarimas de madera que sostienen y se guardan taconeos. Lo entiendes, ¿verdad?
Hoy será noche de regocijo, la felicidad, sin más. Una septenaria por delante, por disfrutar. Amigos, besos, abrazos, sevillanas por bailar.
Y aún hay quién nos critican. Qué mala es la envidia. Ellos qué sabrán…
Bienvenidos todos a la ciudad de la luz, del colorido sin parangón, de la felicidad superlativa. Que corran ríos de vino, que el Guadalquivir se muera de celos, que no falta una flamenca, que no falte un clavel en tu solapa y un caldito del puchero.
Sean extremadamente felices.

En cuanto a la luz, me quedo con Cádiz. Y tiene razón si vienes a Sevilla a «matar hormiguitas» y hacer fotos, quedate en tu casa,