En el corazón del reino, acá donde los naranjos desbordan en flor y el aire se perfuma con el sutil e incomparable aroma del azahar, se alza, como un milagro efímero que renace con la fuerza de un rito ancestral, la Feria de Abril, ese festival de luz y color que cada primavera convoca a propios y extraños a unirse en una danza jubilosa y perpetua. Durante una septenaria, sin entrar en lo trascendental de su iniciación y final, la ciudad se envuelve en un halo de magia festiva, y el Guadalquivir, como un gran espejo líquido, refleja los destellos de un horizonte plagado de farolillos que, en su incesante parpadeo, parecen estrellas que anuncian el advenimiento de una alegría sin medida.
Al cruzar la Portada, porque debajo de ella me gusta verte pasar, uno siente que ha sido transportado a un universo paralelo, una dimensión en la que el tiempo y el espacio se curvan al compás de sevillanas que surgen como embrujos de los acordes de guitarras, palmas y castañuelas. El albero dorado, cual camino o laberinto hacia Oz te guía irremediablemente hacia la felicidad, la cual se encuentra en esa caseta donde te espera un abrazo sentido y un caudal de vino con el que brindar por la amistad, como una sinfonía de cristal que celebra la vida en su expresión más pura.
Y cuando el sol se oculta tras el horizonte, de la Calle del Infierno dejando paso a una noche que se enciende con miles de luces de colores que cuelgan del cielo, Sevilla se transforma en una constelación terrestre, un reflejo invertido del estrellado que parece querer unirse en un abrazo luminoso con la ciudad.
La Feria, teatro donde lo cotidiano se sublima en lo extraordinario, es ritual de comunión con la alegría, un canto coral en el que cada voz, cada risa, cada sevillana y cada brindis se funden en una armonía perfecta de sentidos exaltados. Aquende, Sevilla es más sevillana el resto de la anualidad revelándose en toda su esencia: una ciudad que, como el Ave Fénix, renace cada primavera, incendiando de pasión y vida las almas de quienes tienen la fortuna de participar en este milagro anual.
En Sevilla, cada Feria de Abril es un renacimiento, un tributo a la vida y a la alegría de existir, un recordatorio de que, mientras haya música y baile, la esperanza siempre florecerá con la fuerza del primer día de primavera.