Se levantó cabizbajo y de camino a ninguna parte, dejó de pensar en todo y se quedó en blanco, sin nada.
La sensación que le acompañaba era tan intensa que no supo reaccionar, tampoco quiso ni puso demasiado empeño, estaba abatido por dentro, pero feliz por fuera.
Y así se llevó un rato deambulando por su ser, recordando, viviendo y sintiendo en demasía. Un éxtasis extraño al que no estaba acostumbrado.
Sonrió fuerte, mientras en su cabeza solo rondaban esas dos palabras que le acababan de dar una bofetada de realidad.
«¡Disculpe señor!» Fue un puñal en su corazón.
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